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Agapito Maestre

Disiento

Lo de ayer fue, en el mejor de los casos, un acto para sentir piedad y compasión por los caídos por ser españoles, pero jamás para reconocer que la víctima es el sujeto político fundamental de la democracia española.

El acto del Congreso de los Diputados en honor a las víctimas del terrorismo estaba organizado por todos los grupos políticos. Todos, pues, son responsables de su grandeza y de su miseria. La grandeza es obvia: el Parlamento, al fin, rendía un homenaje consensuado a quienes fueron asesinados o maltratados sólo y exclusivamente por ser españoles. La miseria también está a la vista: los políticos no permitieron ninguna voz que no fuera la suya, es decir, dejaron fuera del lugar la palabra de las víctimas. El día 27 pasará ya sin pena ni gloria a la historia de España.

No fue un acto histórico, como trataba de presentarlo la presidenta de la FVT, institución dependiente del Estado, sino un manejo de las víctimas. O peor todavía, se trata de una manera de enterrar la memoria de las víctimas con una ley que se fija antes en las compensaciones económicas, a todas luces justas, que en potenciar el legado político de las víctimas, es decir, todas fueron mutiladas por ser españolas. La nación, la carne de la democracia, ha sido ocultada con un discurso mediocre de día festivo.

No diré yo que el acto dominical, de tanta pompa parlamentaria, representaba la esencia del ejercicio de la impostura que, por otro lado, tantas veces ha practicado la casta política a la hora de hablar de las víctimas del terrorismo; pero sí me atrevo a mantener que estas pompas tal vez llegan demasiado tarde. Todo en España llega tarde; especialmente triste es la tardanza, cuando se trata de reconocer los méritos de los excelentes. El Rey estuvo discreto en el homenaje a las víctimas del terrorismo. Como casi siempre, pasó sin pena ni gloria. Era lo que querían los políticos.

Lo de ayer fue, en el mejor de los casos, un acto para sentir piedad y compasión por los caídos por ser españoles, pero jamás para reconocer que la víctima es el sujeto político fundamental de la democracia española. Esto es algo imposible de mantener, cuando ETA no sólo sigue en los ayuntamientos vascos y navarros sino que el Gobierno está en la segunda parte de la negociación que abrió en la anterior legislatura.

¡No hablemos, en efecto, de impostura del 27 de junio, sino de tristeza!  

En España

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