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José Antonio Martínez-Abarca

Moratinos contra el hambre

Moratinos es el perfecto ejemplo diplomático de cómo no pasar hambre en el mundo, jamás: siendo tan perfecto inútil en todo lo que se te encomienda que nadie sepa qué hacer contigo, excepto promocionarte hasta todavía más arriba.

Dicen que el diplomático Agustín de Foxá dejó sentado una vez aquello de que, siendo él rico por casa, leído, aristócrata y gordo, no podía esperarse naturalmente que fuera otra cosa que un señor de derechas. El diplomático Miguel Ángel Moratinos podría argumentar que, habiendo sido fuera de toda duda el peor y más inconsistente ministro de exteriores de la democracia española, creyendo en todas las estupideces altermundistas como cree y resultando también innegablemente grueso, nadie podía pedirle que se dedicase a otra cosa ahora que a disfrutar de poltrona en la ONU y asiento de primera clase gratis para tratar de acabar... ¿con qué dicen ustedes? Exacto, no podía ser otra cosa que con el hambre en el mundo. Es lo propio.

En efecto, Moratinos es el perfecto ejemplo diplomático de cómo no pasar hambre en el mundo, jamás: siendo tan perfecto inútil en todo lo que se te encomienda que nadie sepa qué hacer contigo, excepto promocionarte hasta todavía más arriba. Sólo a los verdaderamente incapaces, los genios de la torpidez, no les faltan nunca los mejores puestos de trabajo en la vida y ascienden, negando el conocido "principio de Peter", hasta mucho más allá de alcanzar su "máximo nivel de incompetencia". La razón es que trata de evitarse a toda costa la posibilidad de que queden inactivos y entonces dispongan de algo de tiempo para empezar a pensar en hacer algo realmente productivo. Como por ejemplo, destruir el planeta para todos los siempres, que se dice en mi pueblo.

Moratinos se va a la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y ya de momento las plagas que azotan a los cultivos del Tercer Mundo han aumentado. Están, como agentes principales de las devastaciones periódicas, la langosta del Sahel, el picudo rojo de las palmeras, el gorgojo de la patata y Moratinos de España. El lema de la FAO es "fiat panis", "hágase el pan", pero con el ex ministro español de Exteriores lo que han hecho es un pan como unas tortas. Con el mucho tiempo libre que le dejará el arreglar lo del hambre en el mundo en dos siestas, tendrá para ocuparse a ratos perdidos del resto de buenos propósitos que cualquier "miss" de provincias establece como decálogo de su reinado: conseguir que se acaben para siempre las guerras en el planeta, poner los últimos retoques para que la humanidad se ame la una a la otra y que por fin haya cobertura para el móvil en todo el territorio de Burkina Faso.

Contando con Moratinos cualquier propósito es modesto, por grandilocuente que parezca. Tengamos en cuenta que, junto a su ex jefe, empezó por considerar "civilización" a la lapidación de adúlteras y "diálogo" a las diversas opciones doctrinales para arrojar al mar a Israel, y de ahí para arriba en progresión espectacular. ¿Acabar con el hambre en el mundo? Bah, ese problemilla se lo merienda Moratinos en un decir amén, Jesús. Una vez que los organismos mundiales tengan, con su sola llegada, más graves cosas de las que preocuparse.

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