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Almudena Negro

ZP, intelectual

Zapatero partió alegre a Venezuela para dar una conferencia en la que promete explicar a los incautos que acudan a escucharle sus recetas... ¡Para salir de la crisis!

Esta misma semana conocíamos que quien fuera presidente del gobierno español entre 2004 y 2011 ha decidido poner fin al contemplar de las nubes desde la hamaca. ZP ha puesto, invitado por las Cámaras de Comercio Venezolanas, rumbo a Maracaibo. A Venezuela, paraíso del chavismo, cutre remedo del feroz castrismo que lleva oprimiendo a la población cubana desde hace ya más de cincuenta años.  Nada más despegar el avión que transportó a Rodríguez Zapatero, abandonado territorio patrio por el ex presidente, los cielos españoles se tornaron oscuros, llenándose de las nubes que andaban escondidas desde que el gafe anunciara su intención de observarlas. ¡Que se quede! ¡Qué no vuelva!, corean en el campo español.

Escribía recientemente el pensador alemán Peter Sloterdijk que «desde la década de los años ochenta podemos presenciar la emergencia de un nuevo Zeitgeist fácilmente reconocible en sus figuras. Se trata de un espíritu destructor del tiempo, que transforma la falta de seriedad en estilo de vida y eleva la pérdida de realidad del mundo a categoría de principio». Y de eso, de la falta de seriedad convertida en estilo de vida y de la ignorancia elevada a categoría de acción política, en la España postmodernista sabemos algo.  Lo hemos padecido en toda su crudeza entre 2004 y 2011. Ya veremos si no lo seguimos sufriendo con el gobierno de Mariano Rajoy, empeñado en aparecer ante la opinión pública como garante de un Bienestar del Estado abocado, curva demográfica manda, a su implosión, mientras Cristóbal Montoro nos vende socialdemocracia como solución. Ya saben, eso tan repetido estos días de que “los ricos sean los que más paguen” que dicen justifica la subida del IRPF, impuesto que premia la vagancia, grava esfuerzo, trabajo y ahorro,  y que debería desaparecer.

El caso es que Zapatero partió alegre allende los mares para dar una conferencia en la que promete explicar a los incautos que acudan a escucharle sus recetas… ¡Para salir de la crisis económica! No se rían, por favor. Que alguien le explique a Henrique Capriles, candidato opositor al chavismo, quien tiene anunciada su presencia en la astracanada, el nivel de conocimientos del conferenciante.

¿Con qué nos sorprenderá esta vez ZP?, se solazan antipatriotas y maledicentes. ¿Seguiremos en la Champions League de la economía mundial o acaso la tierra seguirá siendo del viento y sólo del viento? ¿Volverá a soltar eso de “los 130.000 no son parados, sino personas que se han apuntado al paro” o deleitará a los presentes con la nihilista inversión de bíblicas citas, confesión inconsciente de la neorreligión progre, en forma de “la libertad os hará verdaderos”? ¡Everyday bonsáis, Míster President!

Lo malo del asunto, que no tiene ni pizca de gracia aún cuando el personaje del que hablamos resulte de lo más cómico, es ver cómo los intelectuales, cuyo papel debería ser  alertar a la mayoría acerca de la mitificación de ideas fracasadas, de instituciones corrompidas, son suplantados no sólo por los subvencionadísimos titiriteros de la subcultura, sino también por los políticos. Con el único fin de seguir “colocándole” a la llamada opinión pública aquello contra lo cual, aún cuando sea inconscientemente,  parece ésta comienza a rebelarse al percibirlo en cierta forma como erróneo y trasnochado. Que no quede lugar alguno para nadie que no sean ellos, los del sistema, los del pensamiento único.  Nada de reflexiones serias, años de sesudos estudios, observación de la realidad. Para ser considerado intelectual basta con entrar en política. De Al Gore a ZP.

Sólo esa invasión consciente del espacio público, esa usurpación del pensamiento, puede explicar que un personaje de ínfima talla intelectual como José Luis Rodríguez Zapatero, perfecto producto de la Transición, pueda ofrecer sus servicios como conferenciante.

En todo caso, alégrense por el viaje transoceánico de ZP. Por fin llueve.

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