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Pablo Molina

Alfredo 'Pachi' Rubalcaba

Por si el PSOE no tuviera bastante con dos Pachis, ahora le sale un tercero a escala nacional encargado de gestionar la bancarrota. Total, una pachada.

Con las consecuencias de los batacazos socialistas en Galicia y Vascongadas aún por ventilar, Rubalcaba ha subido a la tribuna del congreso en el debate de los presupuestos a cubrir el expediente. Con más pena que gloria. El que fuera ministro de González y vicetodo con ZP, que pasa por ser un tipo reflexivo y con lecturas, ha demostrado una notable incapacidad para aprender del fracaso palmario de sus compañeros norteños de partido, reproduciendo en su intervención parecidos despropósitos a los que han llevado a Pachi & Patxi al desastre absoluto.

No es novedad, porque los socialistas llevan un año jugando todas las cartas posibles en la política nacional; pero tras la evidencia de lo que esa actitud acarrea en términos de apoyo popular, con lo ocurrido el pasado domingo, era de esperar que Rubalcaba, que pasa por ser el más listo de la PSOE, hubiera tomado nota para cambiar el paso de una organización llamada a seguir pegándose gloriosos batacazos en las próximas contiendas electorales.

En el País Vasco los socialistas han concurrido a las elecciones proponiéndose como garantía para mantener la unidad de España... tras instigar la legalización de los que quieren destruirla. En Galicia, el otro Pachi ha pretendido a su vez diferenciarse de la fricada nacionalista gallega y proclamar que su objetivo era gobernar con ellos. El resultado salta a la vista.

Pues bien, Rubalcaba, el tercer Pachi de esta triada sociata, ha tenido en este debate presupuestario el cuajo de defender al mismo tiempo la austeridad y el aumento del gasto público, el cumplimiento del déficit y su vulneración –timando a los de Bruselas–, las ayudas a la banca y su penalización a través de nuevas tasas tan del gusto del mundillo indignado, y, en fin, la necesidad de que los ajustes no afecten a los pobres; pero, eso sí, el estado autonómico, fuente de todos los despilfarros, ni tocarlo.

Desalojados del poder hace menos de un año con una patada electoral de las que dejan secuelas, los socialistas insisten en erigirse en altavoz de la extrema izquierda callejera, a la que apoyan sin fisuras, pero a la vez se proponen como un factor de solvencia y estabilidad en la política española ante sus votantes menos sectarios. Debe de ser que los asesores y las asesoras de Pachi Rubalcaba le han convencido de que defender una cosa y su contraria es la mejor manera de comerle terreno al PP; pero visto lo sucedido este pasado domingo, la teoría subyacente está todavía muy lejos de quedar validada.

Por si el PSOE no tuviera bastante con dos Pachis, ahora le sale un tercero a escala nacional encargado de gestionar la bancarrota. Total, una pachada.

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