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Reír para no llorar

Quien les suponga demócratas y tolerantes, hierra. Nunca lo han sido, jamás han respetado las reglas.

Dos vídeos, uno riéndose del nacionalismo y el otro mostrando su alma xenófoba, retratan la cara más ridícula y sucia del independentismo. Hacía tiempo que no me reía tan a gusto. Inspirado en aquella genial comedia, La vida de Brian, de los Monty Python, el actor y ahora diputado de UPyD Toni Cantó parodia el "España nos roba" con la famosa escena del Frente de Liberación de Judea, que toma ahora el nombre de Frente Clandestino de Liberación de Cataluña. Para desternillarse. Quizás la única manera de meterse con la irracionalidad del nacionalismo sin alimentarlo. En el otro, el realizado por C’s, una voz en off emite el pensamiento despreciativo de Jordi Pujol sobre la inmigración andaluza. Escrito en 1956 y reeditado en 1977 en su libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña, rezuma xenofobia: "El hombre andaluz es un hombre destruido..., un hombre que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual...".

La referencia ha levantado ampollas entre el mundo nacionalista. Alegan que es incitar a la confrontación. Sí, de eso saben mucho, no les llevaremos la contraria. Han logrado educar en solo 30 años a dos generaciones de jóvenes para que detesten todo lo español, o, por ser más exactos, para que llamen español a cuanto detestan. No es un pensamiento adolescente, es la impronta que puso Pujol en cada una de sus decisiones políticas al frente de la Generalidad de Cataluña, para convencer a los catalanes de que el castellano "viene de una violencia antigua" o de que "España nos roba". Ésta es la materia con que se ha construido la deriva actual contra España.

En 2008 Marta Ferrusola, esposa y cómplice, lo emuló al responder así a la pregunta de si le parecía mal que un andaluz (en referencia a José Montilla) presidiera la Generalidad: "Un andaluz que tiene el nombre en castellano, sí, mucho. Y además pienso que el presidente de la Generalitat debe hablar bien el catalán". No era la primera vez, siete años antes denunciaba las ayudas a los inmigrantes y nos prevenía contra las mezquitas. Su marido apoyó sus palabras, y remarcó que su conseller en cap, Artur Mas las compartía. "La gran mayoría de ciudadanos piensa como Marta Ferrusola", dijo el actual presidente de la Generalidad. No era extraño, en su época de estudiante universitario, a decir de uno de sus amigos de veraneo en Vilassar de Mar, el joven Artur ya apuntaba maneras: "La universidad está llena de negros y comunistas".

Esta actitud xenófoba de los dirigentes nacionalistas no es un pecado de juventud, sino los fundamentos emocionales sobre los que se ha construido la desafección hacia el resto de España. Quien les suponga demócratas y tolerantes, hierra. Nunca lo han sido, jamás han respetado las reglas, sólo cuando han ganado, y si han logrado camuflar su mentalidad retrógrada y excluyente es por el papanatismo de una generación de progres acomplejados. Ahora que por primera vez no pueden saltarse las leyes se les ve el plumero: "No me detendrán ni los tribunales ni las constituciones".

Si Durán i Lleida se permite la obscenidad de llamar vagos a los parados andaluces es porque sabe que su electorado está tan educado en los prejuicios contra España como él. La misma actitud de racismo cultural mostraba Marta Ferrusola cuando nos recordaba cómo su hijo Oriol corría a sus brazos en el parque para decirle, afligido: "Hoy no puedo jugar, madre, todos son castellanos". ¿Qué habría oído de sus padres este niño en casa?

De esos prejuicios alimentados en casa, trasmitidos entre iguales, se hicieron todos los planes de normalización, nos infectaron con el expolio fiscal y planifican ahora la separación de España. No es por casualidad que hoy haya muchos más catalanes que desprecian a los españoles que cuando Pujol llegó al poder, en 1980.

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