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El 'gran hermano' del PSOE y la 'operación rescate'

¿Qué tiene que decir el PSOE a la ciudadanía que le castigó severamente en las últimas elecciones generales?

Querido Pablo:

Te preguntarás qué es esto del Gran Hermano socialista y de la llamada por el PSOE operación rescate. En contra de lo que –seguro– ya estás pensando –que te veo venir–, no se trata de un plan de amotinamiento interno en contra del líder –que también lo hay– ni de una operación para rescatar a Alfredo Pérez Rubalcaba de las zarpas cada vez más numerosas que le impiden hacer su llamada "oposición útil". No. De lo que se trata es de un arma secreta que tiene en su poder el PSOE para recuperar a los 26.000 militantes que ha perdido en los últimos dos años.

Esta misma semana nos presentaron en Ferraz a la famosa Bloise, en honor a la histórica socialista Carmen García Bloise. Así han llamado a una potente herramienta cibernética que divide España en 36.000 piezas, tantas como secciones electorales hay en España. Bloise es un programa informático que llevan perfeccionando siete años y gracias al cual el PSOE puede saber, metro a metro, las características de cada una de esas secciones: el número de parados, pensionistas, hipotecas, jubilados, hijos, renta, inmigrantes, inclinaciones históricas... En definitiva, el sistema filtra al máximo para permitir al PSOE seleccionar los lugares en los que, potencialmente, puede hacerse fuerte y captar más votos, y de esta forma recuperar el crédito perdido. Apura hasta tal punto que puede saber, barrio a barrio, la concentración ideológica de una urbanización o edificio por su destino previo: si se destinaba a una antigua sede social o un banco. Incluso filtra el número de desahucios que se han producido, los parquímetros necesarios, el cierre de una fábrica o la ubicación de un centro comercial. Sostienen los socialistas que no tiene nada que ver con Gran Hermano porque todos son datos oficiales que se ponen en común para permitir al PSOE canalizar fuerzas y poner en marcha la llamada operación rescate. De aquí a unos meses se nombrarán 36.000 representantes, uno por cada sección, para que se hagan cargo de su área y cumplan unas obligaciones para con el potencial votante. Una campaña puerta a puerta como las estadounidenses.

Te diré que, a bote pronto, cuando nos lo presentaron, me pareció una excelente idea. Política "pegada al asfalto", como le gusta a Óscar López. Pero, claro, luego llegó la reflexión. "Está muy bien que llamen a la puerta de la gente", pensé. "Pero cuando abran, ¿qué les van a contar?". ¿Qué tiene que decir el PSOE a la ciudadanía que le castigó severamente en los últimos comicios generales, si sigue cayendo en picado en las encuestas? Un PSOE, y aquí viene lo que te gusta, que no es capaz de ponerse de acuerdo ni con el Gobierno ni consigo mismo.

Mientras se siguen aplazando las conferencias políticas, a las que relegan la modernización del PSOE, la actualización y revisión ideológicas y la renovación de los estatutos, que fijarán, entre otras cosas, el sistema de primarias, el PSOE sigue sumido en una crisis cada vez más preocupante –a mi juicio–. Síntoma de ello es lo ocurrido esta semana con la negociación gubernamental a cuenta de los desahucios.

Rubalcaba estaba sólo en su intención de lograr un acuerdo con el Ejecutivo. Salvo sus fieles Elena Valenciano e Inmaculada Rodríguez Piñero, todos dudaban del diálogo emprendido con el Ejecutivo. Algunos porque querían "negociar con todos los grupos y en el Parlamento"; otros, porque se sentían "cómplices de la política económica del Gobierno" al tiempo que se pedía cambiarla en la huelga general; y unos terceros porque los tuyos proponían "sólo un parche y esto es una tumba para nosotros". Un suicidio que temían, según algunos, "el 90% de los diputados del PSOE".

Así las cosas, y tras cuatro días de paripé, Rubalcaba convocó una reunión a última hora de la mañana del jueves con la dirección del grupo parlamentario. Decían que para "explicarles por qué no había habido acuerdo con el Gobierno", que "no fue una consulta", pero la realidad es que sí lo fue. Y a Rubalcaba, a quien se le amotinaron los suyos al principio de la legislatura por ofrecer pactos a Rajoy, se le han vuelto a amotinar por el mismo motivo. Con la enorme diferencia de que en esta ocasión ha hecho el ridículo. Ha quedado en evidencia que Rubalcaba está, como dice un amigo mío, "intervenido por el PSOE". No sólo por los críticos ni por la base, porque la división interna se ha colado hasta la reducida cúpula de fieles del secretario general, que ya no dudan en plasmar sus diferencias. La intervención llega al punto de que el miércoles, día de la huelga general, Rubalcaba salió del hemiciclo, como Alfonso Guerra, apenas unos minutos antes de que algunos diputados del PSOE incumplieran los mandatos del reglamento exhibiendo unas pancartas de apoyo a los sindicatos. Es sólo una apuesta, pero yo creo que Alfredo sabía que lo iban a hacer y prefirió no estar presente en la primera vez que el PSOE hace lo que hasta ahora sólo se atrevían a hacer en ERC, Amaiur o IU: incumplir las normas parlamentarias. En una palabra, querido Pablo, y hasta que no llegue la verdadera operación rescate, la situación es INSOSTENIBLE.

Un beso,

Ketty

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