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Juan Carlos Girauta

Derecho y banalidades

Se 'condena' a todos los imputados, conocidos o no, que aparecen en el telediario; a todo el mundo lo conoce alguien.

El grueso de la información aparecida en los medios generalistas sobre la infanta Cristina puede conceptuarse como una extensión de la prensa del corazón tuneada con la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Ahora habrá carnaza para unos días a cuenta del incógnito fotógrafo que ha conseguido el trofeo más preciado, pues a lo sustantivo poca cosa se ha añadido en Palma. El bostezo me invade por anticipado cuando pienso en lo que, con toda seguridad, vamos a oír: la fuerza simbólica de la fotografía de una infanta de España declarando convierte la pieza en una condena efectiva. De carácter periodístico. ¿Seguro? ¿Y eso se lo hacen por ser infanta, por darle al Rey, o más bien por tener morbillo el tema? Los medios condenan a quien se ponga a mano.

Los medios han condenado –condenan varias veces al día– a la madre de la niña Asunta. Condenaron a la inocente María Dolores Vázquez porque los platós adoran las condenas. Y ahí sigue la inocente, condenada por siempre. Se condena a todos los imputados, conocidos o no, que aparecen en el telediario; a todo el mundo lo conoce alguien.

Oiremos, claro, lo contrario. Ay, qué sueño. Se dirá: si a tanto imputado se le exhibe deponiendo, la igualdad ante la ley exige un fotógrafo valiente e ingenioso. Alguien que se juegue, a su vez, una imputación. O un multazo. He ahí los medios de masas como restauradores de una igualdad conculcada por los poderes públicos. Pero la igualdad ante la ley no tiene nada que ver con exhibirte deponiendo. Ni con hacerte pasear por una rampa. Ni son los periodistas quienes la garantizan; ni siquiera son quienes pueden conculcan. La igualdad ante la ley exige simplemente que se aplique a los justiciables las mismas, previsibles normas. Siempre se podrá alegar que lo justo es tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales. El problema es si eso se traduce en ponerle las cosas mejor al poderoso, o en ponérselas peor.

En España

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