
Tengo razones para certificar que he sido maltratado y humillado por Rodrigo Rato. Las cuento en mis Memorias y desahogos y no vale la pena reiterarlas. Más válida es mi opinión de que Rodrigo Rato es uno de esos personajes que representan lo peor de nuestra democracia. A saber, aprovecharse de la política para enriquecerse. A título de recordación: Pujol, Zarrías, Felipe González, Bono, Granados, etc. Me da igual el procedimiento que hayan seguido y su peripecia judicial. A su lado, hay muchos políticos honrados.
No obstante, defiendo la decisión de don Rodrigo para hablar con el ministro del Interior para ver cómo se puede rebajar la pena del telediario antes de ser juzgado. Es más, de encontrarme en su lugar, yo habría intentado hablar con Rajoy para lo mismo. Después de todo, Rajoy y Rato han sido pares.
Reconozco haber tenido yo algunos problemas con la Justicia, personales y familiares. En esos casos he intentado ponerme en contacto con todas las autoridades que he podido: ministros, subsecretarios, rectores de universidad, jueces, generales del Ejército, para ver de minimizar los costes. Algunos me recibieron; otros, no. Así puedo distinguir los cabritos de los corderos. En mis memorias póstumas (que ya he empezado a escribir) doy los nombres. No voy a esperar al Valle de Josafat.
¿De dónde ha salido esa maldita especie de que una autoridad no puede hablar con un procesado por la Justicia? No solo puede, sino que debe; incluso, si se tercia, con un condenado por la Justicia. La Constitución ampara el derecho de reunión e implícitamente el previo de conversación. Me parece cínico no reconocerlo.
Admiro y me rindo ante la capacidad propagandística de la dirigencia del PSOE. Para tapar sus muchas vergüenzas y su retórica inane lanzan la consigna: hay que condenar como sea la entrevista de Rato con el ministro del Interior. Dicho y hecho. Empezó a sonar el tam-tam. Todos los terminales de políticos, hoplitas y tertulianos del PSOE empezaron a repetir la letanía. Siempre los mismos argumentos. Es más fácil imitar que pensar.
En el fondo, a los dirigentes del PSOE les importan un pito las vicisitudes de Rato. La crítica se dirige contra el PP. El argumento implícito es así de sencillo: "Quítate tú para ponerme yo". Les acucia llegar al poder como sea, seguramente en muchos casos para enriquecerse.
El espectáculo no puede ser más repugnante. La letanía que digo ha logrado acallar casi todas las demás voces discrepantes. Ni siquiera en el comedero del PP se han oído voces que defiendan con gallardía la relación entre Rato y Fernández Díaz.
