
Maravilla el inmenso atractivo que ejerce la política en el sentido de las intensas vocaciones para acceder a altos cargos. Vocalmente se trata de puestos incómodos, que quitan fines de semana para estar con la familia o dedicarse a los ocios. Recorta la libertad al tener que modular las opiniones propias en la línea del partido. Hay que aguantar todo tipo de sumisiones a los jefes. Y sin embargo alguna compensación oculta tiene que tener la carrera política para que se inscriban tantos corredores.
Se podría pensar que el aliciente es la posibilidad de conseguir dinero del erario de forma ilícita. Es lo que llamamos corrupción. Pero ese tortuoso camino lo siguen solo muy pocos altos cargos. La proporción de sinvergüenzas en la política es mínima, más o menos la que existe en todas las profesiones. No hay por qué escandalizarse.
Pero entonces, ¿dónde está el secreto? Muy sencillo. La política es para muchos el mejor método para hacerse ricos sin grandes esfuerzos. Todo ello, legalmente. Los políticos acuerdan conceder a sus respectivos partidos y sindicatos miles de millones de euros extraídos del erario. En ese punto el consenso es absoluto entre todas las fuerzas políticas.
La simple actividad política permite contactos privilegiados para hacer dinero, siempre de manera lícita. Al dejar la carrera política, con tal de que el sujeto haya sido disciplinado se le abren inmensas posibilidades de ganar dinero, insisto, siempre legalmente.
Ante tal panorama, es lógico pensar que van a ser muchas las vocaciones para estar en las listas electorales. Es una lotería que siempre toca. No hace falta llegar al Gobierno. También se medra siendo oposición, sobre todo ahora que, juntando pequeños grupos opositores, se puede llegar a gobernar.
Gobernar quiere decir que se decide directa o indirectamente un presupuesto que representa la mitad de lo que producimos todos los españoles. Se comprende que, ante ese premio, todos los partidos se precien de ser socialdemócratas y favorecedores del Estado de Bienestar. El bienestar primero es el de los que mandan. Eso es lo que se llama vocación de servicio público.
Solo los tontos se inclinan por la corrupción política. De ellos solo unos pocos van a la cárcel. La gran mayoría son honrados, y de estos, los más listillos hacen mucho dinero. No solo eso: son envidiados por el resto de la población. Dar envidia es uno de los grandes placeres lícitos de la vida.
¿Cómo se nota el privilegio de los gerifaltes, aunque estén en la oposición? Muy sencillo, normalmente, no tienen que pagar muchos de los gastos corrientes que hacen los meros contribuyentes: gasolina, comidas, teléfono, transporte, viajes. Otra diferencia más sutil: cuanto más alto sea el puesto, más tienen que esperar los demás. El gerifalte máximo llega el último y se va el primero de cualquier tipo de convocatoria, reunión o conciliábulo. Según se sube por la escala jerárquica se deja de conducir el coche. Alguien se lo conduce. Es mentira que sea por razones de seguridad. Es simplemente una ostentación de poder más.
