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La jaula de hierro de la política

El caso más patético es el de Sánchez, quien, de no ser pronto jefe de Gobierno, tendrá que dejar la dirección de su partido.

Uno de los estribillos más cansinos en las declaraciones de algunos políticos es que "en las elecciones últimas la ciudadanía dio el mandato de que se constituyera un Gobierno de cambio y de progreso". Nequáquam. Se trata de una fantasía. Los electores votaron cada uno al partido de sus preferencias o al menos malo. No existe tal mandato en unos comicios. Lo que sí se deduce es que los españoles anhelaron que, de los resultados electorales, surgiera un Gobierno estable.

Es evidente el fracaso de los 350 diputados del Congreso para formar un Gobierno estable. Aunque se constituyera in extremis, no duraría más allá de un par de meses. Los padres conscriptos solo se han puesto de acuerdo para repartirse cargos, sueldos, prebendas y vacaciones. En tales asuntos el consenso es máximo. En cuyo caso no cabe más solución que disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Pero, ojo, no deberían ser con las mismas cabezas de lista, pues son ellas los auténticos fautores del fracaso. Con menos circunloquios, que los líderes políticos deben dejar paso a otros. Los actuales han antepuesto el impulso de mandar a cualquier otro. De ahí que todos establezcan líneas rojas para no reconocer a los vecinos del hemiciclo.

Todos proclaman que no desean unas nuevas elecciones (que siguen llamando "anticipadas"), pero no son sinceros. Todos confían en sacar más votos. Lo cual equivale a más dinerito de subvenciones para el partido correspondiente. Pero tal deseo es de imposible cumplimiento para todos. Unos ganarán lo que otros pierdan.

El caso más patético es el de Sánchez, quien, de no ser pronto jefe de Gobierno, tendrá que dejar la dirección de su partido. Lo veo de catedrático en Harvard o como premio Nobel de Economía dando conferencias. Y si no fuera posible, como entrenador de baloncesto.

Igual de aciago es el destino de Rajoy, si no repite enseguida como jefe del Gobierno. Se lo comerán ritualmente sus edecanes. En su partido han sido frecuentes los ritos caníbales. Un poco correoso es el gallego.

Los partidos llamados "emergentes" practican el culto al caudillo de manera desaforada. ¿Cuándo trabajan Rivera o Iglesias, si están a todas horas ante las cámaras y los micrófonos? ¿Cómo se puede pretender que haya un acuerdo con 200 medidas por delante?

Se ha impuesto la costumbre de que la sección de comentarios políticos de los medios se rellene con la presencia de diputados o militantes de los partidos. Gran error que conduce al apoliticismo de las audiencias. Los militantes de los partidos no tienen opinión; repiten la oficial de su sigla correspondiente. Se comprende que el público se canse de los partidos y se decante por acudir a los programas deportivos. Gritan mucho, pero no defraudan.

Si alguien quisiera averiguar qué puede ser un Gobierno de cambio y de progreso no tiene más que observar el extravagante experimento del Ayuntamiento de Madrid. Eso es lo que nos espera a todos los españoles con un Gobierno de cambio y de progreso. Se dice así al de la alianza imposible entre el PSOE y Podemos. Si llegara a consumarse, significaría el ocaso del PSOE y, lo que es mucho peor, el desmembramiento de la nación. Porque, esa es otra, los separatistas de todos los colores se apuntarían al cambio y al progreso. Cosas más raras se han visto y nos quedan por ver.

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