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Ricardo Ruiz de la Serna

¿Debe preocuparnos Jordania?

Los analistas llevan enterrando a Jordania medio siglo, pero los jordanos siempre salen adelante.

Los analistas llevan enterrando a Jordania medio siglo, pero los jordanos siempre salen adelante.
Puesto fronterizo jordano I Archivo.

El martes 20 de septiembre se celebraron elecciones parlamentarias en Jordania. De los 130 escaños, nueve están reservados para cristianos, tres para circasianos y chechenos y quince para mujeres. Cada mandato es de cuatro años.

Para comprender la composición del Parlamento jordano, es necesario detenerse un instante en un elemento central de la sociedad del país: las identidades tribales. En Jordania, los grupos de referencia siguen siendo la familia, el clan y la tribu; solo después viene el Estado. Durante décadas, la hábil combinación de autoridad, inteligencia y cierta dosis de populismo ha permitido a la monarquía hachemita mantener la popularidad entre la base beduina de la sociedad y convertirse en uno de los aliados más fiables de Occidente en el mundo árabe; quizás habría que decir directamente que es el más leal de todos.

Por ejemplo, Jordania ha desplegado esfuerzos colosales para gestionar los centenares de miles de refugiados sirios, más de 600.000, e iraquíes, 55.000. Hay que recordar que el país tiene una población total de 6,3 millones. Si tenemos en cuenta los más de dos millones de palestinos que viven en territorio jordano –a muchos de ellos se los considera refugiados desde 1967–, se verá el delicado equilibrio demográfico de Jordania.

Por eso la irrupción en las elecciones de los Hermanos Musulmanes ha preocupado a muchos. La experiencia egipcia y la presidencia de Mohamed Morsi (30 de junio de 2012 – 3 de julio de 2013) han servido como ejemplo del riesgo de un Gobierno encabezado por islamistas. En el caso jordano, la Hermandad concurría a las elecciones a través del llamado Frente de Acción Islámica, el principal grupo opositor desde 1992. Defensores de Hamás y contrarios a Israel, se alinean en el mismo sentido que sus colegas de otros países. En política doméstica, sus reivindicaciones giran en torno a la exigencia de que se cumplan las promesas de reformas políticas y sociales que, según ellos, hizo el monarca. Nunca han defendido la violencia en Jordania. Sin embargo, el propio rey Abdalá ha expresado su recelo hacia los islamistas en diversas ocasiones. En una entrevista con The Atlantic en 2013, los calificó de "culto masónico (…) dirigido por lobos con piel de cordero". En abril de este año, la Policía irrumpió en su cuartel general y clausuró sus oficinas. Un cambio en la ley electoral de febrero de este año pasó a exigir un nuevo registro de partidos políticos y permitió el nacimiento de un ala menos radical: la Asociación de los Hermanos Musulmanes, de nombre casi idéntico, pero más proclive a acuerdos.

En comparación con otros grupos afines –especialmente, los Hermanos Musulmanes egipcios–, los jordanos parecen distintos. Dicen reconocer la tolerancia, el pluralismo, la democracia, así como los derechos de las minorías religiosas y las mujeres. No obstante, con la reforma electoral, el nuevo reparto de circunscripciones propicia que la Cámara de Representantes siga dominada por los diputados vinculados a las tribus más leales a la monarquía. A esto se suma que todos los senadores son nombrados por el rey. Así, los islamistas han concurrido a unas elecciones en las que pueden convertirse en una fuerza poderosa, pero dentro de un Parlamento con poderes limitados y poco margen de maniobra contra Abdalá. Hay que tener en cuenta, además, que los jordanos expatriados no pueden votar.

Los Hermanos Musulmanes, integrados a través del Frente de Acción Islámica en la Coalición Nacional por la Reforma, han obtenido 10 escaños de los 130 de la Cámara Baja. A sus aliados les corresponden otros cinco. Son la fuerza más importante de la oposición, pero siguen siendo apenas el 11% del Parlamento. Las estimaciones de voto les daban hasta un 20%, así que se han quedado algo por debajo de lo que esperaban.

Por su parte, la recién nacida Asociación de los Hermanos Musulmanes no ha logrado ni un solo escaño. Así, entre los originales más radicales y los nuevos más moderados, el voto islamista ha ido a los primeros.

Sin embargo, tal vez la noticia más preocupante sea la participación electoral. Apenas ha llegado al 37%, que es bajísimo en comparación con el 50% de las elecciones de 2013. En Amán sólo votó el 23% del electorado.

Así, pocas cosas han cambiado con estas elecciones. Al ala moderada de los Hermanos le falta fuerza, y los más radicales han logrado una presencia escasa pero no despreciable. El rey seguirá controlando la vida política del país, sin que la nueva ley electoral haya supuesto un gran cambio.

Todo parece indicar, pues, que Abdalá seguirá teniendo una posición de fuerza en el Parlamento y controlará por completo el Senado. Sin embargo, hay indicios de que la tensión no vendrá de las Cámaras, es decir, de las instituciones, sino de fuera de ellas. El asesinato de Nahed Hatar el pasado 25 de septiembre, cinco días después de las elecciones, frente al tribunal que lo juzgaba por publicar en su página de Facebook una caricatura pretendidamente ofensiva para con el islam, debería servir como señal de alarma. No es la única. A principios de junio, cinco agentes de la inteligencia jordana resultaron muertos durante un atentado terrorista contra una oficina de los servicios de seguridad.

El control de las dos Cámaras brindará al rey legitimidad institucional para acometer las medidas necesarias en materia de lucha antiterrorista, pero la debilidad de los islamistas en ellas tampoco asegura la estabilidad en las calles. En Jordania –a diferencia, por ejemplo, de lo ocurrido en Egipto–, los Hermanos Musulmanes no serán una fuerza capaz de desestabilizar el sistema, pero habrá otras, como el Estado Islámico o las propias tensiones demográficas, que sí pueden representar problemas.

Una fuente diplomática me dijo esta semana que los analistas llevan enterrando a Jordania medio siglo y que los jordanos siempre salen adelante. Ojalá pueda decirme lo mismo en años sucesivos.

© Revista El Medio

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