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Enrique Navarro

El PP puede prescindir de Aznar, España no

Aznar decía que una marcha atrás en las políticas clave podía llevarnos a situaciones olvidadas. Los años siguientes demostraron cuánta razón tenía.

Aznar decía que una marcha atrás en las políticas clave podía llevarnos a situaciones olvidadas. Los años siguientes demostraron cuánta razón tenía.
José María Aznar | David Alonso Rincón

La renuncia de José María Aznar a la presidencia de honor del Partido Popular es, una vez más y no es la primera, un ejercicio de honestidad de alguien que no sabe entender la política sin la fidelidad a unos principios. Estoy absolutamente convencido de que hoy muchos dirigentes del Partido Popular deben respirar un poco más tranquilos, convencidos de que se quitan un peso de encima. ¡No saben lo equivocados que están si lo hacen!

Es cierto que Aznar es un personaje convencido de que los hechos valen mucho más que las palabras. También lo es que no ha buscado el favor ni caer bien por otra razón que sus ideas o acciones y no cabe duda de que no goza de popularidad en grandes capas de la población, pero negar u olvidar sus grandes aciertos constituiría un error gigantesco, especialmente para los que hoy gestionan su legado. Hay que reconocer que sin Aznar el Partido Popular hoy no existiría.

No es cuestión de saber quién se ha movido más desde los principios refundacionales del partido; si Rajoy con su pragmatismo o Aznar con su convencido conservadurismo. No estoy muy seguro de si Aznar hubiera gobernado de manera muy diferente de la que hoy lo hace Rajoy, porque, como dice el refrán, una cosa es predicar y otra dar trigo. Pero sin crítica no es posible la enmienda y en estos momentos el partido no quería que le enmendasen la plana desde tan altos cargos de su propia estructura.

Aznar consiguió lo que Suárez no pudo pese a tener todo a su favor. Obtuvo una mayoría absoluta para la derecha que nadie creía posible en los años de Felipe González. Que un partido conservador gobernase en España con mayoría nunca fue posible, ni siquiera cuando en los años treinta ganaba elecciones, porque existía un convencimiento de que los conservadores nos devolverían a Fernando VII. Pues Aznar gobernó y ganó por mayoría absoluta. No necesitó de un gran fracaso para alcanzarla sino de sus éxitos. No olvidemos esta pequeña diferencia.

Los ocho años de gobierno de Aznar tuvieron dos grandes éxitos, que se cuentan entre los más trascendentales de la historia contemporánea de España. El primero –sin duda esencial para entender la prosperidad y la salida a una crisis económica sin precedentes como la que se inició en 2007–, el ingreso en el euro. En 1996 el análisis del gobierno era que, en cuatro años, sería imposible acceder a los criterios de convergencia. En el año 2000 el déficit, la inflación y el endeudamiento estaban bajo control, lo que no había ocurrido en las décadas anteriores.

En mi opinión, el más trascendental éxito fue el crecimiento de la población activa en España y que nuestro país, lejos de ser un país de emigrantes, fuera la tierra deseada por muchos extranjeros que han contribuido en estos años a un crecimiento económico extraordinario. En 1960 cuando empezó el denominado boom demográfico y económico, España tenía 31 millones de habitantes y 11 millones de españoles trabajaban. En 1980 trabajaban en nuestro país con casi 38 millones de españoles apenas 12 millones de personas. Es decir en los 20 años del desarrollo, la población española creció por el boom demográfico en 6 millones pero los trabajadores eran casi los mismos. Pero es que en 1996 en España trabajaban 12,3 millones de personas. Es decir, en 36 años la población ocupada había crecido menos de 1,5 millones. En 2004, España tenía a mas de 18 millones de personas, seis millones más que cuando Aznar llegó al gobierno, trabajando con una población activa que superaba los 20 millones y una población total de 43,2 millones. En 8 años la población española creció un 10%, lo que se explica por los más de 3 millones de extranjeros que vinieron a trabajar en España. Sólo estos datos muestran el salto económico español, el que a su vez supuso una reducción muy significativa de la desigualdad entre españoles, reducción que ningún otro gobierno ha conseguido en la historia de España. Las dos legislaturas de Aznar han sido, sin discusión, las más fructíferas de la economía española en toda su historia.

El segundo gran éxito fue sentar las bases para el fin de la violencia terrorista. No fueron las contemplaciones ni las comprensiones las que terminaron con ETA, sino la decidida voluntad del gobierno de Aznar. No quiero decir con ello que solo fuera el gobierno, pero quien tomó la decisión de no dar tregua ni aspiraciones a los terroristas fue Aznar.

Sólo estos dos grandes logros hacen de Aznar un presidente a ser considerado. Resolvió los dos grandes problemas de nuestra democracia y sentó las bases para la paz y la prosperidad de los siguientes años.

Cuando ha defendido con vehemencia sus ideas en su partido ha sido porque podía hacerlo. Comprendo que muchas de sus decisiones no han sido consideradas y que se ha convertido en un personaje maldito para unos, incómodo para otros, pero que no pasa indiferente, como ocurre con los grandes personajes de la historia. Es como el abuelo cebolleta que te recuerda a cada momento cómo no deberías hacer las cosas, y que sabes que tiene razón, pero que no estás dispuesto a aceptar porque quieres reafirmar tu mayoría de edad. Es la historia de todas nuestras vidas.

España tuvo un papel destacado en Irak en 2003, asumiendo las obligaciones a las que se debía como miembro del Consejo de Seguridad junto a nuestros aliados que han compartido todos estos años de lucha contra el terrorismo internacional. Aquellos que no quisieron participar en aquella gran coalición internacional hoy bombardean Siria e Irak. La historia demostró que ellos eran los equivocados.

Ha defendido causas en las que ha creído aunque fueran impopulares como la defensa de Israel y de su derecho a vivir en paz y con seguridad. Ha sido vehemente y beligerante contra las dictaduras de Venezuela y de Cuba, mientras que otros muchos, incluyendo algunos de los suyos, se conchababan con estos regímenes de terror.

No cabe duda que los atentados del 11 de marzo de 2004 fueron, y son, una losa, una tragedia que ha oscurecido sus éxitos. Pero no fue Aznar sino otros muchos –los que hoy hablan de regeneración– los que utilizaron un hecho tan trágico y luctuoso para hacer política rastrera. No hubo nunca voluntad de engaño ni de aprovechar los atentados. Cuando hoy hemos visto que la policía alemana ha tardado 12 horas en dar las primeras explicaciones a un atentado que parecía evidente, ¿cómo exigir ante un hecho nuevo y de tanta envergadura una gestión o una información precisa? ¿Qué hubiera dicho la opinión pública y la publicada si el día 12 de marzo 2004 el ministro del Interior hubiera dicho "estamos investigando, les iremos informando"?

En los partidos del siglo XXI tener un laboratorio de ideas es muy incómodo, y que además su director tenga muchas y que desde una cierta lejanía aporte reflexiones no resulta nada agradable para los pragmáticos partidos de hoy. A diferencia de otros grandes centros de reflexión en el mundo, acostumbrados a la crítica y sus patrocinadores deseosos de recibir las críticas, en España sólo se valora la uniformidad, y los partidos que generan debates siempre son penalizados en las urnas. Para el partido popular, FAES se había convertido en una fuente de problemas que ni FAES ni su presidente querían causar, pero que los críticos y, sobre todo, la opinión pública, supieron explotar para azuzar un enfrentamiento que nunca hubiera existido en otros países con instituciones más sólidas.

De todas formas, para FAES desvincularse del Partido Popular es lo mejor que podía ocurrirle. Ahora podrá ejercer su auténtica función de generar un debate más abierto sobre el liberalismo y el conservadurismo en España, de una manera más transversal, del que sin duda se podrán beneficiar más partidos políticos que comparten principios básicos como el liberalismo, la propiedad privada, el estado de bienestar y la unidad y seguridad nacional.

Desde 2004, Aznar siempre fue muy claro en su mensaje de que todo lo conseguido se podía perder si no se perseveraba en las políticas de sus años de gobierno. Una marcha atrás podía llevarnos a situaciones ya olvidadas. Los años siguientes demostraron cuánta razón tenía. Y esta advertencia de 2004 está en la causa de todas las críticas y opiniones vertidas, con mayor o menor acierto, en estos años. A ningún arquitecto le gusta ver que su edificio es modernizado o modificado y, por esta razón, Aznar no debía estar cómodo en un cargo tan representativo de un edificio que ya no siente suyo.

Pero la ligazón entre Aznar y el Partido Popular es tan fuerte que no se pueden entender el uno sin el otro. Aznar no puede dejar la política porque la lleva en los genes, pero no sabe estar callado cuando tiene algo que decir, y esto normalmente molesta.

Aznar seguirá siendo un referente intelectual e ideológico y, con el paso de los años y la perspectiva histórica, su aciertos serán sobradamente reconocidos por quienes incluso le llamaron criminal en lugar de hacerlo con rotundidad contra los auténticos criminales terroristas de todos los lugares y condiciones.

El Partido Popular tiene ahora una tarea ingente, explicar a sus votantes por qué Aznar, su mensaje y su figura ya no son importantes para su partido. Por qué se ha llegado a una situación a la que no había razón para llegar. Creo que Aznar podrá prescindir del PP, pero difícilmente muchos votantes, los fieles, los que no fallan a pesar de las dificultades, se entenderán a sí mismos y a su partido sin su expresidente de honor.

El gran error de Rajoy fue equivocarse de persona a la hora de elegir a un presidente florero. Y el error de Aznar fue creer que le dejarían apartarse de la función meramente ornamental.

El club de los presidentes desheredados por sus hijos es abultado en todo el mundo. No debe sorprendernos que esto haya ocurrido. ¡Qué difícil es marcharse de la política! El gran éxito del papado es que, hasta ahora, no había expapas y el único que ha habido ha dado una gran lección de cómo dejar paso; pero claro, ésta es una vocación casi de santidad, y la política está muy lejos de esta realidad.

La sociedad española está muy necesitada de foros de reflexión política, económica y social. Una de las mejores maneras de morir de inanición en España es crear un think tank privado. Espero que los particulares y empresas sepan entender su trascendencia e importancia –y no solo me refiero a FAES– y que contribuyan a su sostenimiento, siempre y cuando Montoro no lo penalice. Ese es el nuevo gran desafío de Aznar. El gran reto de los dirigentes del partido es no darle la espalda sino beneficiarse de su aportaciones. Este promete ser un nuevo e interesante capítulo de la historia del centro derecha español del que muchos sacarán jugo, amargo, ácido o dulce, según el objetivo. Pero, sin duda, quien hoy pierde es el Partido Popular.

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