Recurro al cultismo de ataraxia, aplicado a los padres de la patria, para no herir susceptibilidades con sinónimos más apropiados y castizos: letargo, cachaza, vagancia, holgazanería. Ha transcurrido un año sin Gobierno y sin Parlamento propiamente dicho en el que los diputados no han pegado ni golpe. (Por cierto, durante ese tiempo la economía española se comportó mejor que ninguna otra europea. Saquen ustedes la conclusión). Hemos inaugurado (ahora dicen "arranca") un nuevo año y los diputados siguen de vacaciones después de las largas Navidades. Es más, la actividad política que se anuncia transcurre fuera del hemiciclo. Consiste en preparar los anunciados Congresos de los respectivos partidos. Eso es lo que verdaderamente les mueve: saber quién va a mandar en cada satrapía.
Lo lógico habría sido que, después de un año de holganza institucional, los representantes del pueblo se dispusieran con renovado esfuerzo a culminar las reformas pendientes. Recuerdo: la de la Administración Pública, la de la educación, la de la sanidad, etc. Nada de eso. Me parece que van a ser siempre reformas pendientes. La explicación de tal desidia parlamentaria está en que impera el espíritu de pacto o consenso. El cual se aplica primeramente a mantener los enormes privilegios de la casta parlamentaria. El primero de los cuales es su régimen laboral, con pensiones extraordinarias, dietas generosas y vacaciones de medio año. Se argumenta que ese último privilegio es para que los diputados se paseen por sus respectivos predios electorales y así conectar con los posibles electores. Bueno, eso será en Inglaterra. Aquí no he visto nunca que los diputados se asomen a mi pueblo, la capital de la Sierra madrileña, para convencer a nuevos electores.
La explicación de tanta holganza parlamentaria es que los diputados se dedican a lo suyo, cómo asegurarse sus prebendas para siempre. Por eso no hay dos partidos en el Congreso sino más de una docena. Además, en algunos de ellos lo que se tramita actualmente (dícese "a día de hoy") es una especie de mitosis por la que cada formación política se divide en dos. Es lógico, así se lograrán y se repartirán más privilegios. Al menos (ahora se dice "cuando menos") el de incrementar el número de imágenes y de titulares en los medios y redes.
Hombre, algunas iniciativas públicas sí que realizan nuestros padres conscriptos; justo y necesario es reconocerlo. Pero casi siempre en el sentido de promover reformas que cuesten más dinero al contribuyente y, por tanto, eleven la inflación. Por ejemplo, subir el valor del salario mínimo.¿No parece absurdo que el Gobierno determine lo que debe cobrar un trabajador?
La ataraxia parlamentaria cunde en otros ambientes (ahora se dice "ámbitos") de la vida pública. Por ejemplo, nadie entiende que la Pantoja haya transitado por la cárcel y no la hayan pisado ninguno de los componentes del clan Pujol. No será por falta de indicios racionales de sus tropelías. No se conoce ninguna otra familia que haya utilizado con tanta maestría el poder político para enriquecerse a costa del pueblo. Hay que felicitar a sus abogados por haber conseguido que sus clientes no hayan tomado el caminito de Jerez.

