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Agapito Maestre

La Tercera España

La "historia" se cuenta sin piedad: solo hay buenos y malos, vencedores y vencidos. Y están ganando los que nos dividen en dos bandos radicales

Mientras que los ricachones y criminales de guante blanco de las televisiones le echan al populacho carnaza, la Tercera España trabaja, aguanta resignada e intuye que las otras dos Españas, la de La Moncloa y la de la Carrera de San Jerónimo, nos llevan al desolladero. Una sensación de cansancio y final de ciclo democrático, o peor, de régimen político se respira por todas partes. ¿Quién representa hoy en términos políticos a la Tercera España? No quisiera exagerar, pero me temo que no existe una sola persona en el Parlamento español para interpretar el trabajo, la resignación y la intuición de la sociedad española.

Y, sin embargo, esas dos Españas enfrentadas, encolerizadas y dispuestas a matarse a garrotazos limpios, es lo único que tenemos. A esa gente hemos de agarrarnos como un clavo ardiendo. Tenemos que hacer como si los representantes de esas Españas fueran normales. Tenemos que esforzarnos por darle legitimidad social a nuestras pobres instituciones judiciales, políticas y científicas. Tenemos que exigirnos a nosotros mismos contención y autolimitación en nuestros juicios sobre los que no piensan como nosotros, entre otros motivos, porque han vuelto otra vez todos los demonios que nos llevaron a lo que aún no se ha superado, después de ochenta años, la Guerra Civil española.

Ya sé, ya sé que cuesta ver a nuestra casta política como personas corrientes y dispuestas a hacer un paréntesis de sus intereses particulares, partidistas y secesionistas, pero, por desgracia, hacer otra cosa, por ejemplo, seguir lamentándonos con la cólera del español sentado o huyendo de la realidad a través de los múltiples canales que nos ofrecen los citados ricachones y criminales de guante blanco, es contribuir al enfrentamiento de unos partidos políticos que desprecian tanto a sus votantes como al resto de españoles.

Una vez más, como en el 36, se ha instalado en España un espíritu de frivolidad que puede llevarse por delante algo por lo que lucharon millones de la Tercera España, incluido el Partido Comunista de España en la clandestinidad, la reconciliación nacional. El odio, el resentimiento y el favor están sustituyendo al encuentro, la generosidad y el trabajo. La "historia" se cuenta sin piedad: solo hay buenos y malos, vencedores y vencidos. Y están ganando los que nos dividen en dos bandos radicales y, por supuesto, identifican al otro con el mal hasta el punto de que no lo tratan como peligro real, ojalá tuvieran en cuenta el saber del contrario, sino que, simplemente, quieren quitarlo de en medio. ¿Creen que exagero? ¡Quién sabe! Desearía equivocarme, pero tengo la sensación de que la política desaparece en España y en su lugar se alza la ideología y la fuerza. Por eso, precisamente, digo que para recuperarla tenemos que hacer como si las instituciones funcionasen democráticamente. ¡Una ilusión! Quizá, pero es lo único que nos queda.

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