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Cataluña, ante una jornada decisiva... en la que no se resolverá nada

La intervención de la autonomía no ha cumplido su cometido de restaurar el orden constitucional en el Principado y los separatistas no han sufrido las consecuencias de su ominoso golpe de Estado.

Con independencia de cuáles sean los resultados de las elecciones autonómicas de este jueves, los catalanes pueden estar seguros de una cosa: la mera celebración de estos comicios no significará el restablecimiento en su comunidad de un orden constitucional tan largamente violentado, cuando no abiertamente subvertido. La celebración de estas elecciones al amparo del artículo 155 de la Constitución no podrá ser en ningún caso la solución a un problema que, desde luego, no surge de la negativa del golpista Carles Puigdemont a llamar a las urnas. El problema viene de muy atrás; de la independencia de facto que la Cataluña separatista ha disfrutado en numerosos y decisivos ámbitos desde antes incluso de 2012, y que ha sido utilizada por los golpistas como plataforma para emprender un proceso abiertamente secesionista a fin de instaurar un nuevo Estado y, por supuesto, de perpetuarse en el poder.

Este proceso, que va mucho más allá de los referéndums ilegales perpetrados en noviembre de 2014 y octubre de este año, implica el control de los medios de comunicación y de la enseñanza pública, así como el mantenimiento de unas redes clientelares formidables; y constituye no sólo un intento de voladura de la Nación entendida como Estado de Derecho, sino una adulteración de la democracia en Cataluña. Para poner fin a este deplorable estado de cosas no basta con convocar unas elecciones: porque en una democracia el cumplimiento o el restablecimiento de la ley no se somete a votación y porque la propia adulteración de la democracia lastra faltalmente el propio veredicto electoral.

Intervenir tan tardíamente la autonomía con la finalidad exclusiva de celebrar lo antes posible unas nuevas elecciones regionales no ha dejado de ser una oportunidad para que el régimen separatista haga uso del tremendo poder que aún detenta. El hecho de que estas elecciones den también una oportunidad de expresión a los catalanes hartos del nacionalismo obligatorio que está sumiendo a Cataluña en la decadencia y la ruina no nivela, ni mucho menos, el terreno de juego, inclinado fatalmente a favor de los golpistas.

Lo anterior no significa que sean irrelevantes los resultados de este jueves. Aunque la elección parece que se presenta reñida, sería un auténtico milgaro que los constitucionalistas se impusieran, dado que la intervención de la autonomía no ha cumplido su cometido de restaurar el orden constitucional en el Principado y los separatistas no han sufrido las consecuencias de su ominoso golpe de Estado. Sea como fuere, la mejor noticia sería que Ciudadanos obtuviera un resultado extraordinario y que la clase política nacional tomara auténtica conciencia de la gravísima amenaza que el nacionalismo –no sólo en Cataluña– representa para España y para las libertades de los españoles.

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