El Gobierno de Mariano Rajoy prometió solemnemente que no se votaría el 9 de noviembre de 2014, y el proceso consultivo de Artur Mas se llevó a cabo. El Gobierno de Mariano Rajoy aseguró por activa y por pasiva que no habría referéndum el pasado 1 de octubre, y de nuevo se votó en toda Cataluña. Ese mismo Gobierno, aún capitaneado por Rajoy y Sáenz de Santamaría, impuso posteriormente un artículo 155 prácticamente inoperante y unas elecciones cuyo resultado no ha hecho sino prolongar la inestabilidad en Cataluña.
Todo esto ocurre después de unos años en los que Rajoy se ha mantenido en la más completa inmovilidad, mientras el nacionalismo se echaba al monte e iba cumpliendo una por una todas sus amenazas, sin que en ningún momento saltase alarma alguna que motivase algún tipo de respuesta política desde Moncloa o el Congreso de los Diputados.
En el último episodio de este gravísimo esperpento, el Gobierno ha presentado un extraño recurso ante el Tribunal Constitucional que acaba de recibir una sonora bofetada del Consejo de Estado: y es que el referido órgano consultivo estima, con toda lógica, que no se puede impugnar aquello que todavía no ha ocurrido.
Por mucho que mantenga su intención de recurrir, es inconcebible que un Gobierno serio adopte una iniciativa de tal calado sin haber sondeado previamente qué respuesta podría obtener de un órgano que, además, preside un amigo personal del presidente. Inconcebible y muy grave: se está dando a los separatistas munición de primera para su victimismo, y es imprevisible el impacto que puede generar en el exterior.
Una y otra vez, un Ejecutivo cobarde, de vuelo bajísimo, que se resiste a tomar decisiones políticas y que se escuda en los órganos judiciales en lugar de asumir sus responsabilidades está agravando un problema que debería haberse atajado hace tiempo y que se podría haber gestionado mucho mejor.
Con Cataluña en el caos y a punto de nombrar a un president prófugo de la Justicia, con los Presupuestos Generales del Estado por aprobar y sin una agenda política que merezca tal nombre, cabe preguntarse si este Gobierno y el partido que lo apoya son una garantía de gestión y estabilidad, tal y como repiten una y otra vez, o una rémora de la que España debería desprenderse lo antes posible.

