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José García Domínguez

Iceta quiere más inmersión

Aunque él simula no saberlo, resulta que los niños catalanes están divididos en las aulas por razón de la lengua desde hace muchos, muchísimos años.

Aunque él simula no saberlo, resulta que los niños catalanes están divididos en las aulas por razón de la lengua desde hace muchos, muchísimos años.
Miquel Iceta | EFE

Acaba de gritar ante los suyos Iceta, el del PSC, que bajo ningún concepto permitirá que se separe a los niños catalanes en las aulas por razón de lengua. Un argumento inobjetable, si bien se mira, para propugnar que en todos los colegios de la demarcación las clases se vuelvan a impartir en castellano, una lengua que, amén de resultar mucho más útil que la vernácula, es ya la ampliamente mayoritaria de los habitantes de Cataluña (los catalanoparlantes nativos apenas suponen ahora mismo el 31% del censo). Pero en eso Iceta coincide con Ciudadanos, cuyo portavoz parlamentario acaba de oponerse también a la apertura de centros escolares que utilicen el español en la región con el argumento de que solo se matricularían en ellos "los raritos". Al parecer, nadie les ha explicado aún a los de Rivera que, dentro de la Europa tolerante e ilustrada, los únicos raritos en ese asunto son ellos. Así, en todos los países plurilingües de la Unión Europea, en todos, lo habitual y normalísimo es que existan dos o más redes escolares paralelas, una para cada lengua en función de la preferencia de los padres.

Sucede en Gales, donde los padres son libres para decidir si el idioma vehicular de la instrucción de sus hijos será el inglés o el galés. Sucede en Finlandia, donde también los padres pueden optar entre centros públicos –o concertados– que imparten la docencia en finés y otros centros no menos públicos o concertados que lo hacen en sueco. Sucede en Eslovaquia, país en el que la población de lengua materna húngara igualmente dispone de la posibilidad de escolarizar a los niños en centros estatales cuyo idioma docente sea el húngaro. Y sucede aquí al lado, en Andorra, donde cabe optar entre tres tipos de centros educativos, los que usan con preferencia el catalán, los francófonos y aquellos en los que se estudia en español. Mas volvamos a Iceta. Porque el primer secretario del PSC va a tener mucho trabajo si habla en serio. Y es que, aunque él simula no saberlo, resulta que los niños catalanes están divididos en las aulas por razón de la lengua desde hace muchos, muchísimos años. Así, a los niños pobres se les sumerge sin mayores miramientos en el sistema público, obsesivamente monolingüe en catalán. Y punto. En cambio, a los niños de las clases medias, los que integran el grueso de la clientela de los centros privados concertados, se les tolera bajo cuerda un régimen mucho más laxo que combina catalán y castellano en proporciones que varían según la orientación ideológica de los titulares de cada centro.

Y a los niños ricos, los ricos de verdad, los únicos que se pueden permitir las matrículas de los colegios internacionales de élite que tanto abundan de un tiempo a esta parte en Barcelona, a esos se les consiente directamente que orillen el catalán, rebajándolo a la categoría de asignatura maría. En la Escuela Italiana, el lugar donde estudian los hijos de Junqueras, los alumnos no oyen una sola palabra en catalán hasta que cumplen 12 años, instante en el que, poco a poco, empieza a introducirse una parte del currículum en ese idioma. En el Liceo Francés ocurre otro tanto de lo mismo: el catalán tiene, en la práctica, la consideración de una simple asignatura. Pero es que en el Colegio Norteamericano de Barcelona ni eso. En ese carísimo centro, quien no quiera estudiar catalán, simplemente no lo estudia. Ahí existe la opción de estar exento de la lengua regional sin mayor problema. Eso sí, hay que pagar. Y mucho. Lo dicho, va a tener trabajo el líder del PSC.

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