
La televisión es el maravilloso instrumento para disfrutar de las películas, especialmente las de antes, donde se retrataba con inteligencia una historia y un ambiente. En ellas la música no se superponía a las voces, y la bondad triunfaba siempre sobre la maldad. El placer de tal dedicación se eleva cuando la contemplación del cine añejo se logra sin anuncios. Las salas de cine fenecen, pero sobresale la reposición de las películas en el cuarto de estar. Es decir, de estar… viendo la televisión. La pantalla de colores es el equivalente hodierno del hogar, la chimenea, el fogón.
La televisión sirve estadísticamente para dos operaciones cotidianas con una audiencia universal: seguir las noticias y apreciar los mapas meteorológicos. Las noticias (genéricamente "telediarios") son de dos tipos: deportivas (fundamentalmente fútbol) y de interés general (en gran medida declaraciones de los que mandan). Se diferencian formalmente en que los presentadores de las noticias deportivas a veces sonríen. En cambio, el resto de los presentadores suelen mantenerse serios, incluso con un ligero rictus de cabreo, casi como los modelos de las pasarelas de la moda en el atuendo. Nunca he logrado entender por qué esas figuras tan relevantes se muestran tan circunspectas, cuando no enojadas.
Las noticias deportivas son casi siempre estimulantes, pues destacan a los ganadores, los equipos victoriosos; son un canto al espíritu de superación y a la juventud. Las noticias de interés general suelen ser más lúgubres o por lo menos pesimistas. También lo son normalmente los partes meteorológicos, que insisten en el carácter adverso de los meteoros: lluvias, granizos, nieves, olas, vientos. Nunca nos dicen que ciertas variaciones del clima son una inyección de vida para la naturaleza o la humanidad. La "adversidad" que relatan se describe desde el punto de vista de los que planean hacer alguna "escapada" al campo, o por lo menos fuera de su lugar habitual de residencia. En especial la lluvia se interpreta como una desgracia colectiva. No deja de ser una paradoja en un país como España atormentado por la pertinaz sequía.
En las noticias políticas o de interés social aparecen cada vez más delincuentes (aunque sean "presuntos"), jueces, fiscales, abogados defensores, policías. Es decir, entramos en el capítulo de los "sucesos" propiamente dichos. Siempre han resultado atractivos; ahora más. Hay como un regodeo colectivo en asistir al espectáculo de la delincuencia, la violencia de todo orden. Detrás puede que esté el secreto convencimiento que los infortunios colectivos nos pillan muy lejos de nuestro ambiente cotidiano. Se trata de un conocido efecto narcótico: "yo soy feliz, mientras el resto del mundo es un desastre". Es la misma lógica que supone el placer deportivo: "mientras mi equipo gane, todos los demás pierden". Por eso el espectáculo deportivo solaza tanto. Cataluña irá a la ruina colectiva, pero el Barça se ha entronizado como el mejor equipo del mundo.
Cabe una interpretación más realista. Es posible que el mundo de verdad, fuera de (ahora se dice "más allá de") la apariencia deportiva, sea un lugar poco agradable, lleno de maldades. No me convence mucho tal hipótesis catastrofista. Por eso mismo me sumo al placer doméstico de gozar de las películas, las de antes, cuando el cine era cine y al final el chico se casaba con la chica.
Las noticias de interés general no hay más remedio que seguirlas, incluyendo las más importantes, esto es, los mapas meteorológicos. Pero sin alarmarse mucho. Nunca llueve a gusto de todos y ahora dicen que van a bajar los impuestos. Nos han convencido igualmente de que van a "erradicar" la violencia de género. Para qué queremos más.
