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EDITORIAL

El pirómano Torra no puede seguir jugando con fuego

Torra se ha colocado no sólo fuera de sino frente a la legalidad, y debe pagar por ello y por llamar al conflicto civil en un momento en que la tensión está en unos niveles elevadísimos.

En el primer aniversario de la farsa electoral golpista del 1-O, bandas separatistas del terror se han enseñoreado de amplias zonas de Cataluña con gran impunidad. Los liberticidas Comités de Defensa de la República (CDR) han tomado calles, paralizado el tráfico rodado y ferroviario, perpetrado todo tipo de fechorías incívicas y acosado a los medios de comunicación que no se dedican a blanquear su conducta de todo punto intolerable.

Lo que sucede en Cataluña desde que la Generalidad está en manos del fanático supremacista Quim Torra es de enorme gravedad, y las cosas no hacen más que empeorar. Ya no es que la violencia separatista imponga su ley de la jungla antidemocrática, sino que el propio Gobierno regional se comporta como lo que de hecho es: el gran envenenador de la convivencia, el pirómano dispuesto a incendiar todo con tal de sacar adelante su proyecto criminal y criminógeno y profundamente anticatalán, pues sólo quien odia profundamente al Principado puede pretender transformarlo radicalmente y convertir en extranjera a la mitad de su población.

Como el año pasado con el ahora cobarde prófugo Carles Puigdemont, con Torra el separatismo ha sobrepasado con creces el punto de no retorno. "Presionad, hacéis bien en presionar", ha bramado a los aterrorizadores que andan aplicando en Cataluña los métodos de toma del espacio público que aplicaban ETA y sus cachorros del terrorismo callejero en el País Vasco. Pavorosamente cierto: la máxima autoridad del Estado en Cataluña está incitando al separatismo violento a subvertir el orden constitucional en el Principado.

Torra se ha colocado no sólo fuera de sino frente a la legalidad, y debe pagar por ello y por llamar al conflicto civil en un momento en que la tensión está en unos niveles elevadísimos. El Gobierno de la Nación no debe tolerarlo ni un día más: ha de proceder a la intervención de las instituciones copadas por los golpistas, perseguir toda alteración del orden constitucional y facilitar a la Justicia el cumplimiento de sus cruciales funciones.

De una vez por todas, hay que poner fin a la impunidad con que este hatajo de guerracivilistas están devastando la tierra a la que dicen amar.

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