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Cristina Losada

Valls y el cordón umbilical

Valls se somete al canon nacionalista de que todo oponente es un fachoso apestado y al someterse, lo acepta

Valls se somete al canon nacionalista de que todo oponente es un fachoso apestado y al someterse, lo acepta
Manuel Valls | EFE

El candidato Manuel Valls ha emplazado a Pedro Sánchez y a Miquel Iceta, esto es, al PSOE y al PSC, a pensar. A pensárselo. Y no hay más que desearle suerte en el intento. Si se toma en su literalidad, el llamamiento a los socialistas a incorporarse a su plataforma electoral para ganar la alcaldía de Barcelona peca, por lo menos, de ingenuo. A veces da la impresión de que Valls es el último creyente en un PSC libre de nacionalismo. Como también parece el único que vislumbra a un catalanista moderado en el horizonte, cuando después del golpe de octubre a esa especie se la ha dado definitivamente por extinta. Pero ciñéndonos al socialismo, la esperanza de Valls se ha topado con la experiencia de Ciudadanos, que es el único partido que le respalda.

En una entrevista en Es La Mañana de Federico, el número dos de Cs, José Manuel Villegas, dijo que a Iceta y Sánchez ya no los ven "recuperables para el constitucionalismo" y que seguramente "por desgracia, el señor Valls se va a desencantar pronto". Una desautorización cortés y un pronóstico que es difícil que se cumpla. El candidato ha cortejado desde el principio al socialismo catalán y al catalanismo moderado apelando a la figura de Pasqual Maragall, que reunió, en teoría, esa doble condición, digamos ideológica. Las famosas dos almas en una.

El posicionamiento maragalliano de Valls se ha visto, en general, como una maniobra astuta o necesaria mediante la cual conecta con un político y una época que hoy pueden parecer mejores de lo que fueron y, de paso, que es lo esencial, amplía la base potencial de votantes. De lo que no hay duda es que cortejando a las dos almas, Valls se ubica fuera del campo de la derecha liberal y dentro de una izquierda que, como mínimo, fue y es proclive a la comunión con el nacionalismo.

El candidato ha tratado de desmarcarse de la derecha también con su declaración sobre la necesidad de hacerle un "cordón sanitario" a Vox. Una propuesta que extendía al populismo de izquierdas, refiriéndose a Podemos y sus variantes. La idea, en lo que a Vox respecta, es una traducción del "frente republicano" francés para frenar al Frente Nacional aplicada a condiciones y actores políticos diferentes. Y el efecto de esa declaración era, de nuevo, el de alejarlo de la derecha contraria al separatismo. Es difícil que sea un efecto indeseado.

En el espacio político catalán, la larga hegemonía nacionalista y sus monumentales falsificaciones históricas, unidas a la complicidad de la izquierda, han hecho que la oposición al separatismo y la defensa de España se vean como sinónimos de "derecha española" o más vulgarmente de facha. Ese es el "cordón sanitario" separatista y Valls se esfuerza para que no le metan ahí. Es como si dijera: yo rechazo el separatismo, pero eso no implica que sea uno de los "derechistas" apestados. El problema es que así se somete al canon nacionalista de que todo oponente es un fachoso apestado y al someterse, lo acepta. Es decir, paga el peaje. Un peaje que le distancia, a su vez, de la posición que podría asumir: a la izquierda, sí, pero no al lado, sino enfrente del separatismo. Esa posición o puesto que, además, está vacante. El cordón que le debería interesar a Valls es el cordón umbilical que ha unido a la izquierda española, singularmente a la catalana, al nacionalismo. Para cortarlo.

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