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Eduardo Goligorsky

Salgamos de la jaula

En España, la jaula de la corrección política ha sacado lustre a sus barrotes gracias a la aparición de VOX.

Salgamos de la jaula de la corrección política, donde está cautivo el pensamiento. Hoy, antes de enunciar cada pensamiento debemos asegurarnos de que no choca con algún barrote de la jaula. Hemos interiorizado esta precaución hasta el extremo de que a menudo ni siquiera permitimos que ese pensamiento políticamente incorrecto germine en nuestra mente: lo cortamos de raíz apenas asoma. Infortunadamente, la jaula de la corrección política está diseñada de tal manera que no impide la libre propagación de los discursos que exacerban los instintos ancestrales generadores del odio, la intolerancia y la discriminación contra nuestros semejantes; solo acalla las voces que denuncian estas manifestaciones de irracionalidad rampante.

¡Ay de los librepensadores!

En tiempos pretéritos la guardiana de la ortodoxia era la Iglesia, cuyo Sumo Pontífice dictaba las normas que gobernaban la vida de la plebe, en tanto que el clero enseñaba el camino a seguir y los inquisidores se ocupaban de castigar a quienes se apartaban de él, entonces llamados herejes. El dogma era ley.

Actualmente, el sistema se ha complicado pero el comportamiento de los enjaulados continúa sometido a una disciplina estricta. El dogma lo promulgan intelectuales y políticos que se valen de predicadores mediáticos, redes sociales, movimientos de masas y oenegés para domesticar al rebaño. Nuevamente, ¡ay de los librepensadores, falazmente acusados de fachas! Los flamantes inquisidores guardan la llave de la jaula de la corrección política y se la pasan unos a otros sin descuidarla jamás. No hay tregua para los díscolos.

Vayamos a los hechos. En España, la jaula de la corrección política ha sacado lustre a sus barrotes gracias a la aparición de VOX, que se ha convertido en el patrón ideal para medir lo que es correcto y lo que no. VOX es anatema para los administradores de la jaula, pero no porque sustente sin eufemismos un programa de gobierno de matriz integrista, inviable en la Europa del siglo XXI –al fin y al cabo no más retrógrado que el de los hispanófobos anclados en 1714 y amancebados con el usurpador Pedro Sánchez–, sino porque el lenguaje desinhibido que emplea para defenderlo en cuestiones relacionadas con la familia, la inmigración y, con enfoque más afortunado, los privilegios anómalos de los que gozan algunas autonomías regionales no encaja en el marco de la obediencia debida al código progre.

Los vigilantes de la jaula negocian amablemente con suscompadres racistas y xenófobos, y decretan que no se castiguen sus campañas encaminadas a desmembrar nuestro país levantando fronteras entre regiones habitadas por personas idénticas entre sí pero con distinto implante territorial. De este atentado inicuo contra los derechos humanos no se habla. El tema del día, programado por el feminismo radical y gestionado por el sínodo progre, es la violencia de género.

Intermedio de locura

Cuando haya pasado este intermedio de locura, los estudiosos se preguntarán cómo fue posible quepersonas sensatas, enemistadas con los guardianes de la jaula, pusieran tantas pegas cuando sus aliados potenciales se empeñaron en sustituir la violencia de género por la violencia intrafamiliar, especificando en la ley la extensión del amparo a hombres, niños y ancianos, y cuidando, además, que los fondos no se desviaran hacia entidades sectarias. Por supuesto, si se trata de estudiosos serios, investigarán el contexto social y político y allí encontrarán la respuesta a sus interrogantes.

La palabra género está asociada a una ideología nihilista que reniega de los factores determinantes de la anatomía y la fisiología y los sustituye por opciones de naturaleza psicológica que, aun siendo respetables, no pueden marcar las pautas de la legislación vigente. Con el añadido de que una ley contra la violencia intrafamiliar, dictada en reemplazo de la ley de violencia de género, no deja desprotegidas a las mujeres, ni al ubicuo colectivo LGTBI, sino todo lo contrario. El resultado depende del rigor con que la apliquen los jueces. Mientras siga imperando el buenismo, con una ley u otra habrá asesinos, maltratadores y violadores en libertad, con víctimas de todos los sexos y edades.

Las fotos de los mítines contra la nueva denominación de la ley darán otra pista a los futuros estudiosos. Las pancartas "Contra el machismo", que hacen hincapié en uno solo de los muchos tipos de violencia intrafamiliar, les probarán que la campaña forma parte de un estado de beligerancia de los colectivos feministas radicales contra el hombre, y no en defensa de los derechos humanos sin discriminación. Las mismas que exigen a la RAE que caiga en el ridículo elaborando un texto de la Constitución con lenguaje inclusivo son muy exclusivistas cuando de derechos se trata. Su fobia a los hombres es equiparable a la que profesan los racistas contra la totalidad de determinados colectivos: todos los negros, judíos, latinoamericanos, orientales, españoles o catalanes son igualmente aborrecibles para los racistas. Y los hombres lo son para las feministas radicales, que los agrupan bajo el común denominador de epítetos peyorativos: "machistas", "patriarcales" o "androcentristas".

Nuevamente se aplica la táctica polarizadora que el populismo heredó del filósofo nazi Carl Schmitt, y que esta vez divide arbitrariamente a los seres humanos entre Nosotras las víctimas y Ellos los victimarios.

Detonante cultural

Los estudiosos del futuro también desmenuzarán, con objetividad científica, algunos detalles de la violencia intrafamiliar que la corrección política impide abordar en este momento. Por ejemplo, el factor cultural que puede operar como detonante entre algunos inmigrantes, incómodos con la libertad que las mujeres –incluida la suya– han conquistado en nuestra sociedad.

La primera víctima de la violencia intrafamiliar en el 2019 ha sido una dominicana, asesinada por su compañero ecuatoriano, en Cantabria (LV, 3/1/2019). Entre el 1 de enero del 2003 y el 31 de diciembre del 2017 fueron asesinadas 921 mujeres en actos de violencia intrafamiliar, de las cuales 618 eran españolas y 294 (un 32% del total) extranjeras (El Salto, 30/11/2018). La desproporción es ostensible, y convertirla en objeto de estudio para evitar su repetición no es una prueba de xenofobia, como argüirán los políticamente correctos, sino de rigor profesional y sensibilidad humana.

Rigor y sensibilidad que obligarían, asimismo, a desglosar en las estadísticas, para ser justos, las muertes causadas por psicópatas, individuos antisociales y desquiciados temporales, por un lado, y las provocadas por ancianos o ancianas que ponen fin a la vida de su pareja sufriente por ausencia de una ley de eutanasia y suicidio asistido, por otro. Tragedias, estas últimas, que a menudo culminan con el suicidio del homicida compasivo

Injusticias flagrantes

La hostilidad de las feministas radicales contra el sexo masculino también puede convertir las denuncias de abusos en una fuente de injusticias flagrantes. Cuando se traslada a los tribunales, a menudo el conflicto se escenifica en el choque de la palabra de ella contra la de él, en un clima cargado de prejuicios que desequilibran la balanza a favor de ella. Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno y ministra de Igualdad (sic), dejó muy clara su parcialidad nada igualitaria cuando afirmó (Público, 13/12):

La libertad sexual de las mujeres pasa por aceptar la verdad de lo que dicen, siempre.

Si esta extravagante ministra de Igualdad hubiera tenido que juzgar a Morgan Freeman cuando una periodista de la CNN fabricó contra él una acusación de abuso, no habría vacilado en lapidarlo. Había 16 implicadas, incluida la periodista, 14 de ellas anónimas. El actor, de 80 años, vio cancelado su contrato para la publicidad de Visa y fue estigmatizado por la opinión pública crédula. Y se demostró fehacientemente que todo era falso (LV, 6/12). La parcialidad confesada de la ministra de Igualdad la inhabilita para este cargo. Las mujeres pueden mentir como cualquier mortal.

Las mujeres pueden mentir. Pueden agredir. Pueden matar. Una de ellas acribilló a balazos a la presidenta de la Diputación de León el 12 de mayo del 2014, episodio rocambolesco en el que estuvieron implicadas la hija de la asesina y una funcionaria policial. Otra, guardia urbana en Barcelona, asesinó a un compañero el 1 de mayo del 2017, aunque se desconoce el método empleado porque incineró el cadáver. Fueron los casos más mediáticos pero de ninguna manera los únicos. ¿También en la vocación sanguinaria somos iguales hombres y mujeres? No. Las estadísticas de personas condenadas a prisión demuestran que los hombres somos mucho más propensos a la violencia física. Ocultarlo sería otro fraude.

Precisamente el pensamiento libre es el que explora las similitudes y las diferencias entre las personas de uno y otro sexo, y también entre las personas del mismo sexo, sin encerrarlas en la jaula de la corrección política. Eso sí, nuestra igualdad es sagrada e intocable, independientemente del sexo, en todo lo que concierne al derecho a disfrutar en paz y libertad de la convivencia en una sociedad abierta, según nuestras preferencias, sin interferir en la vida del prójimo mediante inquisiciones actualizadas o supremacismos atávicos.

PS: Josep Ramoneda escribe ("Confrontación o tregua", El País, 10/1/2019): "Da la impresión de que el PP y Ciudadanos aceptarán las humillaciones de Vox, con tal de conseguir el objetivo". ¡Quien se humilló navegando en un barco pirata rumbo a la repúblika etnocéntrica de Ítaca, con billete del Diplocat y bajo las órdenes de capitanes atrabiliarios como Mas y Puigdemont, se atreve a dar lecciones de ética política!

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