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Pablo Planas

El ejército personal de Torra

Suena a cosa de Mortadelo y Filemón, Torra como si fuera un jefe de Estado más los pretorianos de Puigdemont, pero hay armas por medio.

Suena a cosa de Mortadelo y Filemón, Torra como si fuera un jefe de Estado más los pretorianos de Puigdemont, pero hay armas por medio.
EFE

La política catalana tiene una vis cómica ciertamente notable. La aparición mariana de Oriol Junqueras en forma de holograma en un mitin de ERC es el último episodio de su transformación en un líder evangelista. Se cuentan con los dedos de una mano los artículos escritos en prisión que no contengan pasajes bíblicos o referencias espirituales. La experiencia religiosa no forma parte en su caso de la intimidad, sino que ahora es un rasgo acusado de su figura pública. Puigdemont se refiere a él en tono despectivo como "el beato". Claro que en ERC al prófugo le apodan el Pastelero Loco o, para abreviar, Puigdemente. Cosas de socios de gobierno.

Junqueras y Puigdemont se profesan un odio africano y una inquina tan grande que ni se preocupan en disimular. El primero considera que está en la cárcel por la fuga del segundo, mientras que el huido culpa al preventivo de haber precipitado los acontecimientos que les condujeron a la ruina cuando él estaba por la labor de convocar elecciones.

Luego está la despedida del fin de semana de autos, cuando, después de mantener dos reuniones en sendas masías de la parte francesa, Puigdemont se despidió de la concurrencia con un "el lunes, todos en los despachos". Junqueras y algún otro no pillaron el punto de humor gerundense en el comentario.

Por no hablar del recurso de Puigdemont en el Tribunal Constitucional contra el presidente del Parlament, el republicano Torrent, cosa que más que cómica es alucinante. El tipo que se fotografió con cinco requerimientos del TC para chulear de que se pasaba las resoluciones por el arco del triunfo pide amparo ahora al susodicho tribunal porque ERC se negó a investirlo presidente a distancia. Este miércoles se ha cumplido un año de que el antedicho presidente de la Cámara catalana suspendió el pleno para restituir a Puigdemont.

A pesar de todo, el separatismo intenta mantener su precaria unidad del mismo modo que sostiene al Gobierno de Pedro Sánchez, por la teoría del mal menor. Puede que ahora mismo la secesión de Cataluña no parezca un riesgo inminente. Tal como están las cosas entre el líder de ERC y el vecino de Waterloo, lo primero que podría pasar en una hipotética república catalana sería una guerra civil entre carlistas de Puigdemont e iluminados de Junqueras.

Concurren, sin embargo, los mismos elementos de riesgo que condujeron al referéndum ilegal del 1-O y a la proclamación de la república. Acaba de decir el ministro del Interior, Grande-Marlaska, en una entrevista que en Cataluña están las cosas mejor que nunca, que "la convivencia no ha ido a peor sino todo lo contrario".

El caso es que los últimos fines de semana se han caracterizado por toda clase de altercados y agresiones de elementos separatistas contra personas de Vox, PP y Ciudadanos. Desde el Día de la Constitución se ha recrudecido la caza contra quienes se atreven a montar carpas o actos no nacionalistas en Cataluña. El sábado pasado, en Torroella de Montgrí, localidad natal de la presa y exconsejera de Trabajo Dolors Bassa, un concejal de Ciudadanos fue alcanzado en pleno rostro por una lata de cerveza lanzada por un separatista. El alcalde del pueblo, de ERC, se despachó con el siguiente tuit:

Qué queréis que os diga, hoy más orgulloso que nunca de Torroella de Montgrí y nuestra gente.

Ese mismo fin de semana, Xavier García Albiol fue increpado por pacíficos padres de familia que detectaron su presencia y la de su hija pequeña en un espectáculo infantil. ¿De verdad están mejor las cosas, ministro?

A mayor abundamiento, la Consejería de Presidencia de Elsa Artadi acaba de arbitrar la creación de la guardia personal del presidente de la Generalidad, un grupo de élite de los Mossos para proteger a Quim Torra, el iluminado de la vía eslovena, comando especial que será extensivo a los expresidentes a fin de de montarle lo mismo a Puigdemont. Suena a cosa de Mortadelo y Filemón, Torra como si fuera un jefe de Estado más los pretorianos de Puigdemont, pero hay armas por medio, material de guerra que acaba de adquirir la Generalidad con la autorización del Gobierno de Sánchez como prueba de buena voluntad para que le aprueben los Presupuestos.

Es verdad que todo esto puede hacer mucha gracia recordando el concepto huelga de hambre de estos personajes. Igual que el chiste del Cervantes catalán, el holograma virginal de Junqueras, la casa de la república en Waterloo y el caso de Joan Bonanit, el muchacho que no ha dejado de desear buenas noches a los golpistas presos en Lledoners altavoz en ristre. ¿Qué va a ser de esa criatura ahora que los trasladan a Madrid? Esto de Cataluña es el deshueve total, coñazo procesista, pero ahí tienen al rey de la ratafía, con un ejército personal que ni Maduro ante la emergencia de cualquier conato de 155. Se acaban de crear los Tontons Macoutes de Torra y Puigdemont. ¿La convivencia en Cataluña? Fenomenal, según Marlaska.

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