Ya resulta llamativo que Pedro Sánchez haya elegido la Moncloa –y no Ferraz o el Congreso de los Diputados– para su primera ronda de contactos con los dirigentes de otras formaciones de cara a su investidura como presidente del Gobierno. Pero aún peor que este uso totalmente indebido de la residencia oficial del jefe del Ejecutivo por parte de quien todavía no ha sido formalmente designado por el Rey candidato a la Presidencia es su decisión de excluir de dicha ronda a Vox e incluir al partido de extrema izquierda chavista Podemos, comandado por el ultra Pablo Iglesias.
Por mucho que fuentes del PSOE hayan querido transmitir una imagen de moderación y de compromiso con el orden constitucional con esta primera ronda de contactos, de la que también han sido excluidas las formaciones separatistas, lo cierto es que lo que pretende Sánchez no es otra cosa que negar el carácter constitucionalista a un partido político liberal-conservador cuyos proyectos de reforma de la Carta Magna son tan legítimos como puedan serlo los del PSOE, el PP y Ciudadanos.
Podemos, por el contrario, es una organización declaradamente antisistema que, además de alinearse con regímenes criminales tan nauseabundos como los que padecen en Cuba y Venezuela, niega la condición de nación a España y, en consecuencia, que la soberanía resida en el conjunto del pueblo español. Podemos, de hecho, se ha alineado abiertamente con las golpistas en su pretensión de dinamitar la Constitución y, en consecuencia, el Estado de Derecho que descansa en ella.
La imagen de moderación que quiere transmitir Sánchez con esta primera ronda de contactos pasa, en efecto, por blanquear al imblanqueable partido del chavista Iglesias y por criminalizar a la formación de Santiago Abascal, sin la cual PP y Ciudadanos no podrán conformar una auténtica alternativa de gobierno.
Pablo Casado ya cometió este martes el enorme error de motejar de partido de "extrema derecha" a Vox. Sumándose implícitamente a este cordón sanitario que pretende imponer Sánchez a la formación de José Antonio Ortega Lara no hace sino agravarlo y poner en riego la alternativa al PSOE, no sólo en Andalucía sino en toda España.