A medida que se acerque el día de las elecciones, la crítica de la prensa a Cs será cada vez más furibunda. La prensa española, casi toda ella dependiente del PP y el PSOE, no tolera a un partido político genuinamente pragmático. La prensa es, por encima de cualquier otra consideración, una forma ideológica de ver el mundo, o sea, una manera extremadamente abstracta de ordenar y vertebrar la compleja y concreta realidad. A la prensa, como a los partidos fuertemente ideologizados, le cuesta reconocer la política de realidades. La prensa se monta su propia película para interpretar lo que está al alcance de cualquiera con sentido común. La prensa española, repito, casi toda dependiente del PSOE y el PP, es incapaz de aceptar que gobernar es, en primer lugar, resolver problemas de los ciudadanos.
La política es en un 90% de los casos, según nos enseñó Leo Strauss, uno de los mayores pensadores políticos del siglo XX, saber a qué atenerse para solucionar los problemas más inmediatos y visibles de los ciudadanos. Gobernar es hacer y no perorar. Un gobernante no pragmático es un mero ideólogo, alguien que necesita un manual de miles de páginas para hacerse cargo del problema, o peor, alguien que necesita una enciclopedia para llevar a cabo una medida. Terrible. La ideología, las miles de abstracciones y las buenas intenciones, nos persiguen a los modestos ciudadanos que solo queremos, dicho sea con concreción, que nuestras calles estén limpias o que no nos suban el recibo de la luz. Nada de esto significa sin embargo que la teoría no sea importante. Claro que lo es, la ideología tiene su puesto y su función en la vida pública, pero cuando todo se subordina a la ideología estamos al borde del fanatismo y el encanallamiento intelectual.
Si el 90% de la política es pragmatismo, por decirlo con Strauss, el 10% es ideología. Pues bien, hoy, en España, se han cambiado por completo esos parámetros. El 90% es ideología y quizá me quedo corto. Por eso, precisamente, aún no he hallado una sensata y seria crítica política a Cs. "Fuera aparte", como dice el mejor locutor de la Cope, el amigo Carlos Herrera, de pequeñas cosas referidas a cuestiones de organización y ejercicio del liderazgo, nadie ha conseguido decir que este partido lo esté haciendo mal allí donde gobierna o, peor, que sea un fiasco su paso por las instituciones donde tiene representación. Toda la crítica a Cs es de carácter ideológico. Procede de gente que no desea, no sabe o, sencillamente, es inepta para distinguir la ideología de la política. La prensa de la izquierda, especialmente El País y todas esas cadenas de televisión que Rajoy dio a los independentistas y socialistas, por un lado, y la prensa de la derecha, especialmente El Mundo y ABC, por otro, no dejan pasar un día sin dar palos ideológicos a Cs. "Ideológicos", sí, significa falsos.
Que Cs tendría que haber pactado con el PSOE para formar un Gobierno estable es una crítica, más o menos acertada, a los de Rivera, pero no deja de ser ideológica… Lo real es otra cosa, es decir, allí donde ha entrado a gobernar lo está haciendo con decencia; por ejemplo, Andalucía. ¿Cuántas son las críticas políticas reales y no ideológicas del PSOE al Gobierno de coalición de Cs y PP que preside Moreno Bonilla? Pocas, por no decir ninguna; si las hubiera, se enterarían hasta los que viven en Sebastopol. La crítica a Cs es, pues, abstracta. Ideológica.
Cs ha descargado a la política, guste o no a sus críticos, de ideología. Ese es su principal activo para el 10 de noviembre. Eliminar o, al menos, rebajar el tiempo de las listas de espera para que a uno le operen es hacer genuina política. Su ejemplo está en Andalucía.