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Cristina Losada

¿Qué les aporta Otegi?

El bildutarra, de lo que sabe es de violencia. No sabe de otra cosa. Pues bien, lo han entronizado como referente del separatismo catalán.

Hay que remarcar el coraje de los que fueron a la manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana en Barcelona. Hace dos años, en aquella primera salida, la del 8 de octubre de 2017, pasearse con banderas españolas por la ciudad era de una irreverencia exultante. Y no había que temer la agresión de grupos separatistas tanto como ahora. Después del estallido violento del independentismo, sin embargo, era muy posible temer las consecuencias de manifestarse en sentido contrario. El miedo podía haber crecido de modo exponencial. Y es exactamente para eso para lo que sirve la violencia: para intimidar al oponente, para que tenga el miedo metido en el cuerpo, para que no se atreva a mostrarse, para que se vaya. La violencia se utiliza con esa finalidad porque funciona. Aunque no funcione siempre ni todo el tiempo, por lo general lo hace. Y es más probable que funcione en ese sentido que en el de restar apoyos a los que la consienten o instigan. Son sus violentos y van a defenderlos.

"Las calles son y serán de todos, no de quien intimida para tomarlas", decía el manifiesto leído. La reverberación de la violencia provocada por los independentistas estaba tan reciente como la noche anterior y aquella misma mañana, en la que grupos de los CDR impidieron la llegada de manifestantes mediante cortes de carreteras y bloqueos en la estación de Sants. Ciertamente, hay muchos partidarios de minimizar los actos violentos de estos días, de dejarlos en travesuras de adolescentes o protestas de jóvenes desesperanzados. De ahí el sobreactuado revuelo de dirigentes separatistas y compañeros de viaje comunes ante una declaración del ministro del Interior que indicaba que la violencia había sido de "mucho mayor impacto que la del País Vasco". Acusan a Marlaska de comparar los asesinatos de ETA con unos meros disturbios, obviando deliberadamente que el terrorismo de ETA incluía distintos tipos de violencia, entre ellos la violencia callejera, que es a la que se referían los agentes policiales que citaba Marlaska.

Los independentistas, igual que Colau, saltan frenéticos ante cualquier comparación de los desmanes de sus violentos con la kale borroka. Pero ningún independentista, ninguna Colau, ningún Iglesias ponen objeción alguna a la presencia constante de Arnaldo Otegi, a su entronización como referente del independentismo catalán. Un Otegi que estaba, otra vez, estos días en Cataluña, en amor y compañía de los separatistas: los separatistas catalanes, los gallegos, los mallorquines, los menorquines y los valencianos. Junto a ellos, como un estadista más, firmó un papel en Llotja del Mar que dice que España no se ha democratizado plenamente "por la resistencia de las viejas estructuras del régimen anterior". ¡Viejas estructuras! Para vieja estructura, la de estos nacionalistas irredentos, que se reclaman continuadores del fosilizado invento de Galeusca. Pues allí estaba Otegi, con el partido antes llamado Convergencia y con Esquerra Republicana, la moderada de la pareja, más los pequeñuelos para hacer bulto. Ni siquiera fue el PNV. Y la pregunta no es ya qué pinta Otegi en el entramado separatista catalán, sino qué es lo que aporta.

Invitado de honor de las fiestas separatistas, invitado estrella de la televisión separatista, ídolo de tantos fans de la estelada, Otegi ha mantenido estos años una relación estrecha con la dirección política del independentismo catalán. De modo que cuando estalla la violencia es cosa de preguntarse por los detalles de esa intimidad. Porque Otegi, de lo que sabe es de violencia. No sabe de otra cosa. Y cuando hay una estrategia que incluye la violencia y está Otegi por el medio, es lógico pensar que ha puesto su conocimiento práctico a disposición del separatismo catalán. Su conocimiento y su estructura, esa vieja estructura que los sucesores de ETA mantienen para continuar intimidando, amenazando y dominando en el País Vasco.

El independentismo catalán ha cruzado el umbral. No puede sorprender que lo haya hecho: estaba siempre en el filo. La proclamación constante de su carácter pacífico no era más que publicidad engañosa. Pero ahora conviene saber si ese umbral lo ha cruzado con la ayuda de Otegi y sus expertos en violencia. Que es lo que parece.

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