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Eduardo Goligorsky

Sinaloa en Cataluña

Cada voto constitucionalista perdido porque su titular se abstiene de depositarlo alegando escrúpulos puristas equivale a regalar un bidón de gasolina a los pirómanos alzados contra nuestra sociedad abierta.

Otra prueba de lo falaces que son los sediciosos antiespañoles de Cataluña la encontramos en su afán de compararse con los insumisos de Hong Kong. Esos insumisos se movilizan para recuperar las libertades de las que disfrutaban cuando eran súbditos de la Corona británica, perdidas ahora en el seno de la república dictatorial comunista china. En cambio, nuestros incendiarios, muchos de los cuales están infectados por las cepas chavista y maoísta del virus comunista, pretenden implantar en Cataluña su propia dictadura étnica, opuesta a los valores democráticos de la Monarquía constitucional española. El modelo de su rebelión no está en Hong Kong, sino en Sinaloa.

Patologías sociales

En Culiacán, capital del estado mexicano de Sinaloa, fue detenido Ovidio Guzmán, hijo del cabecilla del cartel de la droga de Sinaloa, el Chapo Guzmán, que está cumpliendo una sentencia a perpetuidad en una cárcel de Estados Unidos. La captura de quien se ha convertido en "el más famoso descendiente del Chapo" y en su sucesor al frente del cartel desató la ira de una parte de la población local, que vive sometida al liderazgo de estos delincuentes y les rinde culto con esa variante degenerada de la música folclórica que se llama narcocorrido.

Ardió Sinaloa. Columnas de campesinos armados hasta los dientes convergieron sobre Culiacán y pusieron en fuga a las fuerzas del Ejército que custodiaban al preso, sobre el que pesa una orden de extradición a los Estados Unidos. Cuenta el corresponsal Francesc Peirón (LV, 19/10) que Culiacán "vivió lo que allí se denomina una balacera que puso a los ciudadanos en situación de horror y de conflicto bélico". Ovidio Guzmán recuperó la libertad y otra treintena de presidiarios huyeron de la cárcel federal. Se calcula que hubo ocho muertos. Informa el corresponsal:

"No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas", replicó este viernes en rueda de prensa el presidente Andrés Manuel López Obrador, que avaló la decisión de dejar en libertad al perseguido. "Esta decisión se tomó para proteger a los ciudadanos, no puedes poner fuego sobre fuego", remarcó frente al aluvión de críticas.

¿Críticas? "Incluso se lo calificó de ‘Gobierno títere’ cautivo de los carteles", añade el corresponsal.

Por supuesto, los incendios de Barcelona están a una distancia sideral de las atrocidades de Sinaloa, pero lo que ambas patologías sociales tienen en común es el alzamiento de las masas contra la ley y la debilidad del Estado para hacerles frente. Debilidad que en algunos casos, como en el del demagogo de izquierdas López Obrador, linda con la complicidad. A lo que se suma el riesgo de que aquí la trasgresión de la ley llegue a extremos como el mexicano y nos encontremos con una Sinaloa en Cataluña.

Comportamiento autodestructivo

Visto lo que está sucediendo en Cataluña, indigna que el Gobierno en funciones no acompañe su retórica legalista con medidas prácticas para sofocar el motín que cuenta con el estímulo y la ayuda logística y económica de la camarilla instalada en las catacumbas de la Generalitat, desafiante correa de transmisión de la estrategia delictiva urdida por los huéspedes del alojamiento de cinco estrellas de Lledoners y por la factoría pro rusa de Waterloo ("Puigdemont carga con dureza contra la UE en un periódico ruso", LV, 28/10).

Y a esta indignación se suma la que provoca el comportamiento autodestructivo del sector de la burguesía catalana enquistado en las organizaciones patronales solidarias con los sediciosos y malversadores presos. Nadie exige a estas entidades burguesas exhibiciones de heroísmo. Sus capitostes llevan en los genes y en el patrimonio la herencia de quienes se enriquecieron colaborando con la dictadura franquista, mendigando prebendas a su paisano catalanohablante el ministro Laureano López Rodó, o navegando, como el padre de Jordi Pujol, por las turbias aguas del estraperlo consentido. Los Godó y el Barça no fueron los únicos que tributaron honores a quien entonces llamaban el Caudillo. Eran muchos los que lo acompañaban con unción patriótica española cuando marchaba bajo palio en la abadía de Montserrat. ¿A quién puede extrañar que los descendientes de aquellos burgueses serviles aplaudan al presidente de la central empresarial Cecot cuando pide que los delincuentes presos salgan a la calle para volver a hacer aquello por lo que los condenó la justicia: sedición y malversación (LV, 22/10)?

No dan pie con bola

Sin embargo, estos advenedizos no dan pie con bola. Dos centrales empresariales –Foment del Treball y Pimec– se reunieron para redactar un manifiesto conjunto que las dejara bien con dios y con el diablo y parieron un mamarracho. Los vándalos estaban levantando barricadas, incendiando coches y mobiliario urbano, bloqueando el transporte aéreo y terrestre, saqueando tiendas, apropiándose de institutos y universidades, arrancando el pavimento y, sobre todo, atacando con material pirotécnico, cócteles molotov, botellas con ácido, piedras y herramientas cortantes y contundentes a las fuerzas del orden, cuya misión consiste en defender la vida y la propiedad de todos los ciudadanos sin distinción de clases ni de ideas políticas o religiosas. O sea, las acémilas arrasaban con todo para reclamar lo mismo que el presidente de Cecot, aplaudido por sus consocios: la libertad de los delincuentes condenados por sedición y malversación.

El mamarracho firmado por las dos centrales empresariales, al que se adhirieron un centenar de chiringuitos pero no el Cercle d’Economia, celoso de su racionalidad, condena enérgicamente la violencia –faltaría más– pero… Pero rechaza la vía judicial y se pronuncia categóricamente por el diálogo político del Estado con los insurgentes. Lo que equivale a despreciar al juez Manuel Marchena y preferir como interlocutores a politicastros como la cabeza de lista de JxCat, Laura Borràs, que se conchaba con los depredadores y declama, arremetiendo contra quienes se juegan la vida para velar por todos nosotros: "Lo que me preocupa más es la violencia que ejercen los cuerpos policiales. A un policía le corresponde proteger a la ciudadanía, no agredirla" (LV, 18/10).

Civilización o barbarie


El mamarracho destila desprecio por la aplicación de la ley, avala el pacto con los sediciosos y malversadores y coloca al cacique desquiciado Quim Torra al mismo nivel que el presidente en funciones, por muy discutible que este sea. Así se entiende que más de cinco mil empresas hayan dado la espalda a estos burócratas claudicantes y hayan trasladado sus sedes sociales al resto de España, hacia donde se dirigen también un número creciente de inversores, turistas y los 5.000 pasajeros de los dos cruceros de la naviera alemana TUI que acaban de borrar Barcelona de su itinerario para dirigirse a Valencia (Hosteltur. com, 18/10).

Recapitulando: si nos dejáramos guiar por las recomendaciones de los pactistas variopintos, nos desconectaríamos del Estado de Derecho que sustentó la convivencia en paz hasta que llegó la marabunta subversiva, copiaríamos la táctica derrotista del demagogo desmadrado López Obrador y sus imitadores progres españoles y fundaríamos en Cataluña una repúblika sin ley gemela de la tétrica Sinaloa.

El 10-N habrá que optar entre la civilización y la barbarie. Entre una Cataluña ilustrada, española y europea y una embrutecida Sinaloa tercermundista.

Cada voto constitucionalista perdido porque su titular se abstiene de depositarlo alegando escrúpulos puristas equivale a regalar un bidón de gasolina a los pirómanos alzados contra nuestra sociedad abierta. Y a regalar una sierra al PSOE para que cumpla su ratificada promesa programática de descuartizar España hasta convertirla en un quilombo plurinacional. La abstención será suicida.

PS: ¿Existió en la Alemania de Hitler un Sindicato de Estudiantes de los Países Germánicos encargado de fomentar la anexión de Austria y de los territorios europeos de habla alemana? Si no existió, quedaría demostrado que nuestros jóvenes racistas del Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes son más descarados que sus arquetipos nazis a la hora de dar a conocer su vocación expansionista.

En España

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