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Antonio Robles

Tabarnia Libre

Nace un proyecto político serio para crear una nueva comunidad autónoma segregando Barcelona y Tarragona de Cataluña.

1-O, tercer aniversario del golpe secesionista a la democracia. El republicanismo cívico del Jefe del Estado en defensa de la legalidad democrática dos días después y las sentencias del Tribunal Supremo nos devolvieron la esperanza. Lo evidenciaron las manifestaciones constitucionalistas del 8 y 29 de octubre, donde los símbolos nacionales y el propio Estado salieron del armario en Cataluña.

Todo fue un espejismo. Tres años después, un Gobierno de España sostenido por inspiradores, cómplices y protagonistas de aquel golpe a la democracia campa por sus respetos. Desde los propios condenados a sus representantes en las instituciones y medios de comunicación públicos y afines que cubren su relato. Con Pedro Sánchez a la cabeza. No como un juego retórico para mantener sus apoyos, sino violentando las reglas institucionales del propio Estado de Derecho. Desencanto, impotencia, aunque no es éste el peor escenario.

Con lo que está cayendo, siempre nos queda la gente, el pueblo llano. O eso creíamos. La melancolía gubernamental se convierte en desolación cuando comprobamos cómo la gente corriente calla, consiente o colabora. Y la advertida se tapa los ojos como niños pequeños esperando que un caudillo le devuelva la propiedad. No han entendido un carajo de qué va la democracia.

El martes pasado, TV3 emitió el programa Manipulats. Sobre la manipulación de los medios. Ni una palabra de las mil y una fake news de su campaña para internacionalizar el conflicto, ni sobre los cientos de falsos heridos, ni del agitprop de cada día. Como hoy. Es difícil expresar con exactitud la obscenidad. Es como si Al Capone nos aleccionara sobre el respeto debido a la propiedad ajena.

Desmontar el descaro produce hastío. El mero hecho de pensar por dónde empezar agota. Y acabas por aceptar que viven en una realidad paralela. De tanto mirarse al espejo, han acabado por ignorar la realidad.

Comprobar cómo son capaces de señalar a la prensa “española” por generalizar los disturbios de Barcelona a toda Cataluña y a la vez justificar esa misma generalización a España intercalando banderas del aguilucho en actos constitucionales donde no había genera una mezcla de asco e impotencia. Ya no es manipulación, es ceguera. Deseo de ceguera. Uno empieza a dudar si la mala fe es consciente o una incapacidad congénita para distinguir entre los propios deseos y la realidad. (Frente a ese vuelo gallináceo de TV3, vean El dilema de las redes, de Netflix. Da vértigo, respeta al espectador, merece la pena).

No hay institución que se salve. El inhabilitado Quim Torra ni siquiera tiene una pizca de pudor en su despedida: “Es preciso escoger entre democracia y libertad, o represión e imposición; es decir, la república catalana del compromiso cívico, o la monarquía española de las banderas y el ejército”. Y como un eco, Rufián desde el Congreso completa el tuit: el Rey “es el diputado 53 de Vox”. Este es el nivel. La pandemia emocional ha infectado el cuerpo social. (Comparen estos tuits ridículos con los pensamientos sublimes de Quino y su Mafalda. Descanse, maestro. Se lo merece).

Ante esta desolación, no todos aceptan resignados el redil. La libertad no se compra en los supermercados, se defiende cada día con convicciones éticas y reglas democráticas. O eso creen quienes lanzarán este sábado Tabarnia Libre, un proyecto político en serio para crear una nueva comunidad autónoma segregando Barcelona y Tarragona de Cataluña. Así justifican su propósito en los “Principios constituyentes” de su página web, que saldrá el próximo día 3:

Tabarnia Libre se registró como partido político el 31 de agosto de 2018. La iniciativa se ideó en previsión de que un día los ciudadanos de Cataluña que estamos reducidos a ciudadanos de segunda dispusiéramos de un proyecto político real para ponerlo al servicio de todos cuantos se sienten huérfanos políticamente en Cataluña y abandonados por el Gobierno de la nación. Ambos hechos nos han confirmado que ha llegado la hora de ponerlo en marcha, sobre todo después de que los condenados por sedición han reiterado su intención de hacerlo de nuevo, y Pedro Sánchez haya asumido el lenguaje, el relato y los propósitos supremacistas de nacionalistas, populistas y herederos de ETA.

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