–¿Que cómo es?... (¡Padre Nuestro!).
–¡Siniestro!
–¿Qué efecto deja, al instante?
–¡Inquietante!
–Y, en suma, ¿cómo lo veo?
–¡Feo!
Lo diré, sin más rodeo:
el belén del Vaticano
(para gozo del ateo)
es atroz, anticristiano,
siniestro, inquietante y feo.