Que la directora de la Guardia Civil, María Gámez, participara en un mitin del PSOE poco después de recibirse en el Ministerio del Interior tres sobres con balas dirigidos a ella, al ministro Fernando Grande-Marlaska y a Pablo Iglesias no otorga mayor crédito y peligrosidad a las amenazas. Gámez es una militante socialista de larga trayectoria, pero cuando un militante socialista o del PP es nombrado director general de la Guardia Civil debería abstenerse por completo de dejarse ver en un mitin. Es lo que ocurría hasta ahora y eso no quiere decir que no hicieran política, pero de otra manera, con un disimulo, sin pisotear la presunción de neutralidad de quien está al frente del Instituto Armado.
Les faltó poco al PSOE y –menos– a Podemos para explotar las amenazas por correo. Estamos en campaña y es inevitable. Las encuestas no van bien y la violencia estaba dirigida en exclusiva contra Vox. Sucedía lo mismo que en Cataluña, que cada mitin del partido de Abascal se convertía en un intento de linchamiento separatista. No hay más que recordar los incidentes en Vich, donde una turba independentista apedreó con saña la caravana de Vox que emprendía la huida de la localidad a lo Black Hawk derribado, la película sobre la intervención estadounidense en Somalia en 1993. El Gobierno catalán culpó a Vox por presentarse en Vich. Que iban provocando, dijo el consejero de Interior. Sí, claro, como las violadas que llevan minifalda.
A pesar de que era evidente que Vox tenía que hacer campaña en unas condiciones de violencia ambiental absolutamente lamentables, y que Ciudadanos y el PP habían renunciado a pisar la calle para evitar precisamente eso que ya había sufrido en sus carnes Inés Arrimadas antes de irse de Cataluña, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no emitió ningún tuit como el que ha publicado este lunes de apoyo a Reyes Maroto, la ministra en cuyo departamento se ha recibido un sobre con una navaja aparentemente ensangrentada tras otro fallo de los dispositivos de detección de metales. Maroto, como es sabido, está llamada a ser la vicepresidenta económica de la Comunidad de Madrid si la izquierda gana las elecciones.
"Basta! No vamos a permitirlo. No vamos a dejar que el odio se apodere de la convivencia en España. Nuestra rotunda condena a la grave amenaza recibida hoy por la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto. Estamos contigo, Reyes", asegura Sánchez. Y qué menos. Un mensaje parecido hubiera sido lo propio cuando los separatistas apedreaban a las gentes de Vox en Cataluña. O cuando pasó lo mismo en Vallecas. O en el País Vasco, episodio en el que Pablo Echenique confundió la sangre de Rocío de Meer con ketchup. Lo explicaba perfectamente este sábado Javier Somalo en un artículo de referencia.
Pero no, Pedro Sánchez no emitió ningún mensaje de condena, ni lanzó ninguna advertencia ni proclamó su solidaridad con los agredidos y los amenazados. En cambio, a raíz de que Rocío Monasterio condenara de manera genérica las supuestas amenazas a Pablo Iglesias, el líder socialista lanzó una severa advertencia en un mitin en Getafe:
El viernes Vox cruzó una línea y será la última que cruce. Todos los demócratas nos hemos puesto en pie para decir "basta". La ultraderecha es una amenaza para nuestra convivencia y nuestra democracia. Les venceremos en las urnas el 4 de mayo.
Faltan dos minutos para que comience el proceso de ilegalización de Vox. Lo único que detiene al Gobierno es la teoría de que la existencia de Vox divide el voto en la derecha y debilita al PP, pero se está creando el ambiente propicio para ilegalizar el partido de Abascal mientras el Ejecutivo se apoya en una formación golpista como ERC o en los orgullosos herederos de la banda terrorista ETA. Este lunes, en el programa de Cintora en TVE, Antón Losada se mostraba absolutamente consternado por las amenazas a Marlaska, Gámez, Iglesias y Maroto y alertaba sobre los presuntos "negacionistas", categoría que sólo está en la cabeza de los propagandistas de la izquierda, con estas palabras:
Recuerdo que el general Eisenhower, cuando liberó los campos de concentración, ordenó a los fotógrafos de prensa que tomaran instantáneas y documentaran lo que allí se encontraron, y dijo textualmente: háganlo porque algún día algún hijo de puta negará que esto sucedió. Siempre es la misma historia, siempre son las víctimas las que tienen que demostrar que no merecen ser víctimas. Es muy sencillo, amigo Cintora, si no tiene más complicación, o estás con las víctimas o estás con los verdugos, con la gente que manda balas o navajas ensangrentadas o con la gente que las recibe.
Poco después, y en conexión con el mismo programa, el tertuliano Javier Aroca abundaba en que Losada se había olvidado de contar que las autoridades aliadas habían obligado a los habitantes de los pueblos aledaños a visitar los campos de concentración, "para que vieran las atrocidades de aquellos a los que un día votaron". "Es decir", añadió, "el pueblo también tiene su papel, el pueblo tiene que saber a quién vota y cómo se las gastan los que votan". Y concluía diciendo que quien había recibido la amenaza no era un líder político, sino la democracia española. Nadie acusará a Losada y a Aroca de banalizar el Holocausto.
Posdata: a última hora de la tarde del lunes se identificaba al hombre que había enviado la navaja a Reyes Maroto. Se trata de un enfermo mental que puso su nombre y dirección en el remite. Horas antes, nada más recibir el sobre, la señora Maroto declaraba: "Lo primero en que he pensado ha sido en mi familia, he llamado a mis padres, a mi marido y a mi hijo, que está en el colegio, para decirles que estoy bien y con más fuerza para defender la democracia, y pasar del odio a la tolerancia".
Pues eso, que estamos contigo, Reyes. Y con los quinientos millones de hogares que sufren pobreza extrema en Madrid.