Marruecos ha asaltado España. La provocación del asalto fue una estupidez de Sánchez. Ceuta está al borde del colapso. Melilla queda a la espera. La respuesta del Gobierno de España ha sido tibia. Está desbordado y sin norte. Sánchez desencadenó la crisis, porque metió clandestinamente en España al enemigo número uno de Marruecos, el máximo dirigente del Frente Polisario, y ahora no sabe qué hacer. La embajadora de Marruecos en España ha sido precisa: "La acción de España tiene consecuencias". Se han suspendido las relaciones entre España y Marruecos en materia de seguridad y migración. Preparémonos, pues, para lo peor. Nadie espere que esto se resuelva con una actitud de contención y mirar para otro lado.
Tampoco hará casi nada la UE, más dividida que nunca con respecto a la política de migración con Marruecos y su alianza con EEUU. La política exterior de la UE está ensimismada, por un lado, es lenta y sin ejército, y, por otro, sus políticas de contención, moderación y derecho, lejos de unir a los socios de la Unión, desunen, porque el Derecho, guste o no, es lucha. Heráclito estaba en lo cierto: "Solo la guerra une".
Preparémonos, pues, para lo peor. O el Gobierno de España detiene esto ya con un ejercicio inédito de contención diplomática o, por el contrario, se conforma un Gobierno de salvación nacional para responder a Marruecos con la contundencia que exigen los tratados internacionales violados por el país vecino. Esta crisis es seria. Las armas han sido sustituidas por las pateras y las avalanchas migratorias. España tiene que responder a un asalto a la soberanía nacional por parte de un Gobierno extranjero. Marruecos nunca fue un buen vecino de España, aunque sí un discreto socio comercial con intereses geoestratégicos muy alejados de los nuestros. ¿Qué hacer? Combinar una política realista de compromisos históricos y las resoluciones de la ONU, pero siendo conscientes de que la solución a la inmigración ilegal no la tiene España sino Marruecos.
A cortísimo plazo, mientras España resuelve en la UE el chantaje inmigratorio de su vecino del sur, solo hay una solución. Primero, dimisión de la ministra de Asuntos Exteriores de España por introducir ilegalmente en nuestro país al mayor enemigo de Marruecos, imputado por varios presuntos delitos en la Audiencia Nacional. Sánchez debería entonar cuanto antes un mea culpa por haberse pasado de listo con Ghali y, de paso, mandarlo por razones humanitarias a otro país. O Sánchez le pide perdón a Marruecos o corremos el riesgo de que los marroquíes metan en una semana medio millón de emigrantes.