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Pablo Planas

El 'Ospa Eguna' contra la Guardia Civil

Se trata de decencia, de higiene democrática, de solidaridad con los agentes de la Guardia Civil y sus familias.

Se trata de decencia, de higiene democrática, de solidaridad con los agentes de la Guardia Civil y sus familias.
LD

En España, ese país que la ministra Irene Montero compara con Afganistán, se ha celebrado por décima edición consecutiva el Ospa Eguna, una manifestación contra la Guardia Civil en la localidad navarra de Alsasua. Ni el Ministerio del Interior ni ningún juez o fiscal competente han actuado de oficio contra esa cosa, cuyo fundamento consiste en destilar odio hacia los agentes del Instituto Armado y sus familias.

No es previsible que algo así, un correcalles contra la policía de los talibán, pudiera ser consentido en Kabul, pero es que, salvo que diga lo contrario la antedicha Montero, ni la Guardia Civil es la policía de los talibán ni Alsasua, Kabul. Tampoco el Gobierno de Sánchez se parece al Talibán, claro. Puestos a forzar las comparaciones, tal vez Alsasua haya sido tan peligrosa para un guardia civil como Kabul. De hecho lo fue hace cinco años, cuando una cuadrilla de jóvenes del pueblo trató de linchar a un agente y a su pareja sentimental, que salieron vivos de milagro.

Medios de comunicación de la zona acusan a lo que llaman "derecha mediática" de amplificar el Ospa Eguna para meterse con el Gobierno del PSOE y con el alcalde, de la formación Geroa Bai (Futuro Sí), coalición formada por el PNV y diversas facciones del vasquismo navarro. Según estos medios, el Ospa es una cosa minoritaria que no habría tenido la más mínima importancia si no fuera por culpa de la instrumentalización de la "derecha mediática". Es, por demás, el mismo argumento que utilizan cuando defienden la celebración de homenajes a los asesinos etarras excarcelados.

A quienes extienden esa teoría no les cabe la posibilidad de que lo que pretendan sus críticos sea directamente la prohibición de tales manifestaciones de odio, unos actos que no están amparados en la libertad de expresión porque se basan en la exaltación de la violencia, el asesinato y el coche bomba como herramientas políticas. Y sí, deberían estar prohibidos, al menos en sociedades sanas, tolerantes y abiertas. Eso serviría también, entre otras muchas cosas, para que la "derecha mediática" no pudiera meterse con el Gobierno ni con los alcaldes por permitir semejantes tropelías, unos actos con los que la base social que sustentó el terrorismo recuerda a sus conciudadanos que siguen ahí, que no fueron derrotados y que la prueba es que ellos pasean sus banderas y pancartas por las calles mientras que las familias de los guardias viven atemorizadas.

No se trata de demonizar Alsasua ni de instrumentalizar una mamarrachada. Se trata de decencia, de higiene democrática, de solidaridad con los agentes de la Guardia Civil y sus familias, de pura humanidad y de agradecimiento por sus sacrificios frente al terrorismo, por lo que han hecho cuerpos como el suyo en Afganistán, Irak o el Líbano y por estar ahí cada día, frente a los violentos y frente a los imbéciles que dan cuerda a los terroristas y al resto de delincuentes.

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