El ajustado resultado de las elecciones celebradas este domingo, con los socialdemócratas y los democristianos prácticamente empatados, ha dejado muy abierto el escenario político alemán. La victoria por la mínima del SPD legitima a los socialdemócratas para emprender las negociaciones para la conformación del próximo Gobierno; Gobierno que, en principio, el candidato socialdemócrata, Olaf Scholz, no quiere sea una nueva entrega de la Gran Coalición CDU(+CSU)-SPD.
El caso es que Scholz ha vencido con un mensaje que se ha considerado moderado y continuista, y que ha hecho que el SPD diera la relativa sorpresa y se impusiera a los Verdes, caballo vencedor para no pocos hasta fechas bien recientes. Además, los comunistas de Die Linke no alcanzaron el 5% necesario para entrar en Parlamento y solo estarán representados por tres diputados elegidos de forma directa en las circunscripciones de Leipzig y Berlín.
Por lo que hace a los democristianos, han acusado el desgaste de tantos años de Gobierno de Angela Merkel, pero no pierden la esperanza de conservar el poder, y las posibilidades no son tan magras.
Sea como fuere, Alemania sale de estos comicios con un panorama signado por la fragmentación y la incertidumbre, lo que constituirá un importante factor de inestabilidad política, tan habitual por otra parte en buena parte de la UE en los últimos años.
Se abre una etapa de intensas negociaciones de las que pueden salir coaliciones de diverso signo; incluso una nueva reedición de la Gran Coalición que por el momento parecen descartar tanto socialdemócratas como democristianos.

