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Cristina Losada

Errejón, carbonizado

La realidad de la transición ecológica es mucho más complicada y dura que el cuadro bucólico que se obstinan en pintar sus defensores. Y mucho más costosa.

La realidad de la transición ecológica es mucho más complicada y dura que el cuadro bucólico que se obstinan en pintar sus defensores. Y mucho más costosa.
Íñigo Errejón. | EFE

No se puede ser verde en asuntos de energía y estar verde en la materia, pero es exactamente lo que ocurre con tantos políticos que se apuntan a la ecología sin haber pasado los exámenes. El caso de Errejón, reciente devoto de la religión de las renovables, es paradigmático. El otro día publicó la pregunta que hará al Gobierno para calibrar la ambición verde del Ejecutivo, y en ella pone de ejemplo al nuevo Gobierno alemán y su plan para que toda la electricidad proceda de renovables en 2035. Según el diputado, el proyecto es "una apuesta contundente por las energías eólica y solar" y "el Gobierno alemán demuestra un compromiso real y no sólo verbal para alcanzar los objetivos". De modo que preguntará si Sánchez va a imitar a Scholz y hará que todo sea cien por cien renovable dentro de trece años.

El plan alemán ciertamente existe, pero no se lo acaba de sacar de la manga el Gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales. Han asumido, con algunos ajustes, el ya trazado por Merkel y los socialdemócratas. La religión verde, en Alemania, viene siendo muy transversal. Por suerte, parece que también es muy flexible, de tal manera que los creyentes no tienen que ser necesariamente practicantes. Cómo explicar, si no, que en 2021 la principal fuente de energía eléctrica en Alemania haya sido el carbón. Ni la eólica ni la solar. El viejo carbón de siempre. Vaya Errejón al mix energético del año que acaba de terminar y verá que el compromiso que tiene Alemania ahora mismo, no el verbal sino el real, es con ese primitivo combustible fósil.

El dirigente de Más País puso en Twitter que "en Alemania no hay más sol ni más viento que en España. Lo que hay es una apuesta decidida por la transición ecológica y el futuro". Pues tan decidida es la apuesta por la transición ecológica que cuando en tierras alemanas sopla poco el viento no recurren a Más País para que ayude a mover los antiestéticos molinos, sino a más carbón. Y no se trata de algo excepcional causado por una rara calma chicha. La eólica sólo fue líder en 2020 al caer en plena epidemia la demanda de electricidad. Es verdad que la dependencia del carbón de Alemania no es la que fue hace una década, pero el carbón sigue estando ahí para suplir, cuando es necesario, a otras fuentes. ¿Qué pasará cuando cierre las nucleares que le quedan y, más tarde, cuando complete la descarbonización? Buena pregunta. De momento allí pagan la electricidad más cara de Europa, qué consuelo.

La realidad de la transición ecológica es mucho más complicada y dura que el cuadro bucólico que se obstinan en pintar sus defensores. Y mucho más costosa. Pero a Errejón no le vamos a pedir que lo reconozca. Nadie lo hace. Únicamente le pedimos que no ponga como ejemplo de virtud renovable a un país sólo porque le suena que es muy pro verde, y porque piensa que España siempre está entre los más rezagados. Por su bien. Para no quedar, otra vez, carbonizado.

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