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La gente de Putin

Sánchez no puede reconocer que tiene dentro a los que hoy trabajan en favor del interés de Putin. 

Sánchez no puede reconocer que tiene dentro a los que hoy trabajan en favor del interés de Putin. 
Irene Montero y Ione Belarra en el acto sobre el 8M en el que han participado este domingo. | EFE

El presidente del Gobierno se ha esforzado por señalar a Abascal como el amigo de Putin en España. Es natural que haga ese juego de señales. No puede hacer nada mejor que señalar a Vox como sospechoso cuando tiene a los sospechosos dentro de casa. Porque Abascal y su partido no están en el Gobierno, pero Unidas Podemos sí. Las veleidades pro Putin de la dirección de Vox, que han abandonado desde la invasión de Ucrania, no pueden compararse, en relevancia política, con el sesgo favorable a los intereses de Putin que marca las posiciones de Podemos. Unos están fuera y otros, dentro. Es una gran diferencia, y un gran problema, quizá no para Sánchez, pero sí para España.

La lista de amigos de Putin en Europa que citó Sánchez en la sesión de control es la lista corta. Oportunamente recortada. Le Pen y Salvini están por derecho propio, aunque ahora han condenado sin paliativos la invasión de Ucrania. Pero entre los amigos de Putin en Europa también figuran, con distintos grados de afinidad, políticos de izquierda como Mélenchon, nacionalistas escoceses como Alex Salmond (con un programa en Russia Today), socialdemócratas como Schroeder y conservadores como Boris Johnson. Todos, no obstante, han condenado la invasión. Hasta el más proclive a Putin, el húngaro Viktor Orbán, ha cambiado su discurso de amistad con Rusia por la denuncia de Rusia.

La posición de Podemos es más sibilina. De entrada, se refugiaron en el noalaguerra, que en apariencia a nada compromete. Pero ese no estar ni con unos ni con otros, que ya era una equidistancia tramposa, la acompañaron de un acento: el belicismo lo situaron en el lado de la OTAN. En la OTAN, no en el Kremlin, ubicaron los tambores de guerra. Exactamente igual que Putin, que justifica su agresión a Ucrania en la amenaza de una OTAN próxima a la frontera rusa. El eco de los intereses de Putin suena también en la prédica de la paz de los podemitas. Es la paz a cualquier precio: ¡que se rindan los ucranianos para evitar males mayores! Para evitar, como dice Iglesias, que sigue marcando la línea, la muerte de miles de personas. Como los ucranianos van a perder (se lo dijo un amigo militar), que sea con menos bajas. Qué bondadoso.

No lo harían mejor unos agentes del Kremlin. Presentarse a cara descubierta como partidarios de Putin es mucho más torpe que decir que no te gusta Putin para decir a continuación todo lo que a Putin conviene que se diga. Hay que insistir: no son comentaristas que discuten sobre las causas o las vías de solución de la guerra los que así se manifiestan. No pertenecen tampoco a un partido en la oposición. Son miembros del Gobierno los que se han alineado con la conveniencia del agresor. Son parte de un Consejo de Ministros que tiene que tomar decisiones sobre Defensa en consonancia con otros miembros de la OTAN. Sánchez no puede reconocer que tiene dentro a los que hoy trabajan en favor del interés de Putin. Tendría que echarlos, y no los va a echar. Lo que le queda, como maniobra de distracción, es colgarle el sambenito de amigos de Putin a unos que están fuera.

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