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Sánchez no es Polonio

El presidente torturó al personal con un discurso de 80 minutos en el que equiparó la pandemia con la calima que tiñó el cielo de naranja.

El presidente torturó al personal con un discurso de 80 minutos en el que equiparó la pandemia con la calima que tiñó el cielo de naranja.
EFE

Pedro Sánchez torturó este miércoles, en el Pleno del Congreso, a ministros, diputados, periodistas y demás miembros, ya sean permanentes o intermitentes, del ecosistema parlamentario patrio con un discurso dopado, altivo y hueco sobre el último Consejo Europeo, la Cumbre de la OTAN y las "nuevas relaciones con Marruecos". Al iniciar su monólogo, el presidente pidió "benevolencia" por eso de que su intervención iba a ser un "poco larga". Ochenta minutos se tiró para referirse al, entre otros asuntos, fortalecimiento de "la resiliencia de nuestras sociedades" o para equiparar, no es coña, la pandemia de la covid-19 con la calima que convirtió al cielo de España en una alfombra de Risketos.

Como un pavo real macho durante la parada nupcial, Sánchez exhibió que su ejecutivo es un experto gestor de crisis e, hiperventilado, se puso a enumerar plagas y desastres contemporáneos: que si el SARS-CoV-2, que si la erupción del volcán de La Palma, que si la evacuación de Afganistán, que si la guerra de Ucrania, que si el polvo del desierto. Le faltó mencionar el fichaje de Messi por el PSG y la no elección de la canción de las tetas para representar a España en Eurovisión. Cuánto hubiera disfrutado Sánchez en el Egipto aquel en el que llovían ranas, el Nilo se teñía de sangre y el ángel de la muerte hizo limpia de primogénitos. En su parlamento, el presidente patinó en el qué y en el cuánto. Dijo que "Putin ataca a Europa porque teme a Europa", reivindicó el "patriotismo europeo", demandó "profunda unidad" y defendió la chapuza diplomática con respecto a Marruecos y el Sáhara Occidental. Cuando transmitió el "apoyo al pueblo saharaui" del Gobierno de España, Belarra, Montero y Garzón no se sumaron al aplauso corporativo; en la calle, un puñado de manifestantes, arropados por Enrique Santiago, Jon Iñarritu o Íñigo Errejón, gritaban "Sáhara libre" y "¡PSOE, traidor!".

O sea, Sánchez no aportó novedad alguna en la cuasi hora y media que duró su chapa. Mientras, y es comprensible desde el punto de vista piadoso, la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, y la de Heducación –la falta ortográfica es a conciencia, entiéndase el chiste–, Pilar Alegría, cuchicheaban sin parar, como las ya citadas Belarra y Montero, y la gran mayoría de sus señorías desconectaba del plomizo tedio sumergiéndose en sus móviles, tablets y derivados. El mono con platillos de la mente de Homer Simpson hizo horas extra. Muy pocos prestaban atención a un tipo que, hasta hace pocas semanas, era, no sé si por méritos propios, no sé si por deméritos de sus rivales, el killer dialéctico del hemiciclo. Alguien debiera recomendar al presidente la lectura de Hamlet, tragedia en la que Shakespeare sentenciaba, en boca de Polonio: "La brevedad es el alma del talento, y nada hay más enfadoso que los rodeos y perífrasis". El mismo personaje, por cierto, también dice: "Sé fiel contigo mismo, y no podrás ser falso con los demás, consecuencia tan necesaria como que la noche suceda al día".

Cuca Gamarra estuvo bien en el fondo y mal en la forma –ay, cómo se trastabilla–. La portavoz del PP dijo que Nadia Calviño es la Fernando Simón de la economía y pidió hablar "de la España real", esa que malvive en la hiperinflación, en la que se cierran fábricas y hay desabastecimiento en los supermercados. "La consecuencia de su colapso como gobernante es la ruina de España y de los españoles. Quería desacoplar el gas, y el único que vive desacoplado de la realidad es usted", dijo la portavoz del PP. Santiago Abascal fue el único que criticó al Gobierno por "garantizar la desaparición de la Filosofía de las aulas". "La carta que usted ha enviado (a Mohamed VI) es un puñetero insulto para este Parlamento", apuntó el líder de Vox, quien recordó que "el presidente del Gobierno marroquí acaba de reclamar Ceuta y Melilla como parte de Marruecos. Enhorabuena, señor Sánchez". También pidió unidad de criterio a los populares acordándose de los aplausos de Juan Jesús Vivas al presunto autor de Manual de resistencia en Ceuta y criticó el "fanatismo climático": "Sólo Vox es inocente de las consecuencias económicas de la Ley climática". "Con esa ley, esta cámara, votó el suicidio de España", agregó.

Por su parte, Echenique, como salido de un cuento de Lewis Carroll, mencionó la financiación rusa de Hazte Oír, rememoró las fotos de Feijóo con el narco Marcial Dorado –"¡Paga la Seguridad Social!", le espetaban diputados del PP– y comparó la invasión de Rusia en Ucrania con lo que ocurre entre Marruecos y el Sáhara Occidental. La misma tesis siguió Gabriel Rufián: "¿Por qué se le envían tanques a un tirano como Putin y, en cambio, se envían cartas a un tirano, como Mohamed VI, que lleva expoliando el Sáhara durante los últimos cuarenta años?". Creyéndose Will McAvoy –o Ferreras–, dijo que "la izquierda no ha perdido la calle, sino los grandes medios. Periodismo no es decir que hay una protesta en la calle, sino decir que están los de los fachalecos". El portavoz de ERC es carne de Pulitzer.

Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, redactor en Libertad Digital, colaborador en la revista Zenda y autor de los libros No le des más whisky a la perrita, Estado incivil/Concierto de alcaudones y Nido de piratas. La fascinante historia del diario Pueblo.

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