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Jesús Fernández Úbeda

El Gobierno de la soberbia o la hinchazón andante

Sánchez reacciona altivo e impertinente ante cualquier pellizquín de monja. La ministra de Transportes dice que Vox no representa a nadie.

Yolanda Díaz toma la palabra en la sesión de control de este miércoles. | EFE

El mundo se derrumba y el Gobierno, también. El Congreso, esa suite nupcial en la que Pedro Sánchez se sentía como el Rey Sol, ha pasado a ser para el presidente un zulo con goteras, grietas y un colchón infestado de chinches. El líder del Ejecutivo se sabe no hundido, pero sí tocado de gravedad y, por ello, reacciona altivo, impertinente y sobreexcitado ante cualquier pellizquín de monja. Ocurre que, como sentenció Agustín de Hipona, "la soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano".

Cuca Gamarra, desde el escaño anteriormente ocupado por Pablo Casado y por el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría, tuvo el mérito de desquiciar a Sánchez con Casera sin gas –¡en esas estamos!–, describiendo el escenario apocalíptico patrio y preguntándole "qué futuro le espera a la sociedad española". El presidente se puso chulo: "No sé si se ha enterado de que hay una guerra, no sé si se da cuenta de que llevamos mascarillas". Les dijo a los peperos que, una de dos, o estorban "con la ultraderecha", o empiezan a aportar. En la réplica, la portavoz del PP le exigió que baje los impuestos y una reducción de asesores y de "comités de expertos a dedo". "Escuche mañana al presidente Feijóo. Haga las dos cosas que usted sabe hacer bien: copiar y rectificar", agregó. El líder del Ejecutivo, parcialmente, remató a puerta vacía: "Ustedes, cuando están en la oposición, bajan impuestos; cuando llegan al Gobierno, suben 50 impuestos".

Carlos García Adanero le "aclaró" a Sánchez que no le expulsaron de UPN "por tránsfuga", sino "por no apoyarle a usted": "Tampoco le debe llamar mucho la atención: fue expulsado y llegó a presidente del Gobierno". El diputado navarro le preguntó si "piensa remodelar el Gobierno" y le recordó que, este martes, "vimos cómo miembros de su Gobierno no aplaudían al presidente Zelenski". El macho alfa del PSOE se refirió a los préstamos ICO, a la reforma laboral y al aumento del salario mínimo. Además, sacó no sé qué papel firmado por el ex de UPN contra el transfuguismo.

El popular Mario Garcés dijo que Nadia Calviño representa el "regreso del peor socialismo español" y la "síntesis perfecta de la impotencia y de la prepotencia". La vicepresidenta primera replicó señalando que "los españoles están pagando la respuesta que se dio a la crisis financiera". Espinosa de los Monteros, a la misma: "Sus asesores de marketing le han preparado un triángulo mágico. Para cualquier cosa que le preguntemos, responden con Franco, virus, Putin". Bal pidió reformas estructurales. La ministra de Economía habló mucho, pero dijo poco.

Sin piedad, Yolanda Díaz trituró a una pobretica María José García-Pelayo. La diputada del PP preguntó por los trabajadores en ERTE, la vicepresidenta segunda dijo algo inaudible en menos de un segundo, su contrincante soltó un rollo que se hizo eterno –que Feijóo destine una partida en Génova para foniatras y profesores de oratoria, por el amor de Dios–, la ministra de Trabajo miraba con simpatía, oliendo la sangre y pasándose la lengua por los colmillos, concluyó la exalcaldesa de Jerez de la Frontera, y disparó la gallega: "Si alguien sabe o no sabe de ERTE o ERE es usted. Porque ha pasado a la historia por ser el cargo público más importante de España que ha provocado el mayor despido colectivo de la historia de la administración pública de nuestro país". García-Pelayo se quedó más blanca que un personaje de Tim Burton.

Entre Mariana Pineda y la Virgen con la que comparte nombre, Macarena Olona ejerció de candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía y preguntó por la Feria de Abril, que, por lo visto, está en riesgo: "¿Quién se ha creído que es para insultar de esta manera a Andalucía? Interpelo directamente a todos los diputados andaluces para hacer frente común ante esta amenaza". "Señoría, mentir es pecado", le respondió Díaz. Acto seguido, el popular Guillermo Mariscal defendió a su compañera García-Pelayo, recordando que se encontró con un ayuntamiento con un agujero como la Fosa de las Marianas. Altanera y divirtiéndose, la ministra de Trabajo hacía oídos sordos mientras abandonaba el hemiciclo. La última muestra de soberbia gubernamental la esputó la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, quien dijo a la voxera Patricia las Heras que ella y su partido "no representan a nadie". En fin, más prudencia gastaría el Gobierno si recurriera al escritor más reaccionario y genial de la literatura española, Francisco de Quevedo, y descubriera que "la soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió. Sube el soberbio como el ahorcado, por escalones que no ha de bajar, en el más alto llega a la muerte".

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