
Con los datos que arrojan las encuestas que se han publicado desde que Alberto Núñez Feijóo fue elegido nuevo líder del PP, es poco probable que el presidente del Gobierno decida adelantar las elecciones generales y que, por lo tanto, estas se celebren a finales del próximo año o -debido a la Presidencia europea de España en el segundo semestre de 2023- en los primeros meses de 2024.
Ningún presidente adelanta unas elecciones para perderlas y, en estos momentos, Sánchez sabe que la posibilidad de que sea derrotado en las urnas es algo más que una mera especulación. La prueba de que en Moncloa empieza a cundir el nerviosismo es que nada más volver de las vacaciones de Semana Santa, el Presidente del Gobierno ha concedido una entrevista a Antena 3 en la que ha sacado a pasear, para atacar al PP, el tema de la corrupción.
Pero lo que Sánchez no podrá sortear, por mucho que quiera, es que Moreno Bonilla convoque las elecciones andaluzas en junio u octubre y que en mayo del próximo año tengan lugar las elecciones municipales en toda España y autonómicas en trece de las diecisiete Comunidades Autónomas. En el caso de Andalucía, pinta mal para los intereses de Sánchez. El PSOE no estará en condiciones de recuperar el gobierno de la Junta de Andalucía, y esa será su tercera derrota consecutiva, tras las cosechadas hace casi un año en la Comunidad de Madrid y hace dos meses en Castilla y León. Mal balance para el actual líder socialista.
Otro espantapájaros que ya están agitando el PSOE y toda su cohorte mediática, y que lo seguirán haciendo en este periodo electoral, es el peligro que, para la democracia, para el sistema constitucional y para todo lo que se mueva en el mundo mundial, suponen los pactos del PP y Vox, como el que se ha dado en Castilla y León.
El desparpajo, la falta de pudor y de escrúpulos de Sánchez, del PSOE y de sus corifeos mediáticos a la hora de argumentar de esa manera es de aurora boreal. Los mismos que pactan con los herederos políticos de ETA, con los independentistas catalanes que intentaron dar un golpe de Estado hace muy poco tiempo, se permiten exigir al PP que no pacte con Vox o plantear cordones sanitarios para aislar al partido de Abascal.
Habrá que recordar una y mil veces lo que dijo Isabel Diaz Ayuso en un acto en Burgos durante la campaña electoral de las recientes elecciones en Castilla y León: "Prefiero pactar con el partido de Ortega Lara que con el partido de sus secuestradores". El problema que tiene España es que el actual PSOE, con Sánchez a la cabeza, prefiere todo lo contrario, es decir, pactar con Otegui antes que con Ortega Lara.
El nuevo presidente del PP tendrá que sacudirse esos absurdos complejos –por ejemplo, no estar este martes en la toma de posesión de Mañueco para no hacerse la foto con Abascal- para poder normalizar la relación con un partido al que han votado casi cuatro millones de españoles en las últimas elecciones generales, y entre los cuales hay muchos antiguos votantes del PP que da toda la impresión no tienen entre sus planes inmediatos volver a la casa del padre sita en la calle Génova de Madrid.
El objetivo principal, prioritario y urgente es echar democráticamente a Sánchez de la Moncloa. Si para ello tienen que entenderse el PP y Vox, ¿qué problema hay en ello? ¿Qué quieren mayoritariamente los electorados de ambos partidos? Ya está bien que una parte del centro derecha se asuste o se retraiga ante lo que la izquierda les diga lo que pueden o no hacer. España se juega mucho en un futuro inmediato: nada más y nada menos que su existencia como Nación de ciudadanos libres e iguales. Y eso pasa por que el centro derecha gane las elecciones y Sánchez se convierta en un pésimo recuerdo de nuestra historia reciente.
Nacido en León, 1954, es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Entre 1976 y 1996 trabajó en diversos medios de comunicación del País Vasco, como el periódico Norte Express de Vitoria, la Agencia EFE y la Agencia Vasco Press. Desde 1991 colaboró semanalmente con un artículo de opinión en los periódicos El Correo de Bilbao y El Diario Vasco de San Sebastián.
Entre 1996 y el 2001 fue director de Comunicación del Ministerio del Interior siendo el titular de la cartera Jaime Mayor Oreja. De 2002 a 2003 fue el Director de Comunicación y Relaciones Institucionales de Onda Cero y del Grupo Admira. Desde 2003 al 2008 fue columnista político de El Mundo y analista político en Telemadrid y Onda Madrid. Desde septiembre de 2009 es analista político y tertuliano en esRadio.
Entre 2005 y 2013 fue director del Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo (OIVT) de la Fundación San Pablo-CEU. Ha dirigido los Congresos Internacionales de Víctimas del Terrorismo que han tenido lugar en España en el 2004, 2006 y 2008 y diferentes Seminarios relacionados con el Terrorismo y las Víctimas celebrados en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid. Ha coordinado el libro Gritos de Libertad: 15 voces contra el terror de ETA y la hegemonía nacionalista, editado por La Esfera de los Libros en 2004.
