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Sánchez aguantará… y sus socios también

Conocido el infinito apego que tiene Pedro Sánchez al poder, no es muy aventurado pensar que entre sus planes no está adelantar las elecciones generales.

Ningún presidente del Gobierno –salvo Leopoldo Calvo Sotelo, que no tuvo otro remedio porque el barco de la UCD naufragaba estrepitosamente– adelanta unas elecciones para perderlas. Siempre se mantiene la esperanza de que las cosas puedan ir mejorando a medida que se llega al final de la legislatura.

Conocido el infinito apego que tiene Pedro Sánchez al poder, no es muy aventurado pensar que entre sus planes no está adelantar las elecciones generales, por tanto se celebrarán cuando toca, es decir, a finales del próximo año. La mayor parte de las encuestas publicadas desde que Alberto Núñez Feijóo fue elegido presidente del PP indican que el nuevo líder popular ha conseguido contener la profunda hemorragia que había ocasionado a su partido la anterior dirección, encabezada por Pablo Casado, hasta el punto de que ahora iguala o supera la expectativa de voto del PSOE. Si a eso se añade que Vox no solamente mantiene sino que aumenta su intención de voto, el actual inquilino de la Moncloa se tentará mucho la ropa antes de adelantar las elecciones.

El problema que tiene Sánchez, mejor dicho, uno de ellos, es que su declive está siendo constante. Empezó hace un año en las elecciones en Madrid y continuará el próximo 19 de junio en Andalucía, el feudo electoral por antonomasia del PSOE, donde es más que probable que este partido sufra una derrota histórica, con un candidato, Juan Espadas, al que Sánchez apoyó para quitarse de en medio a su otrora rival, Susana Díaz, actualmente aparcada en el Senado y tertuliana vespertina en una televisión de escasa audiencia.

Además, dentro de un año –el domingo 28 de mayo de 2023– tendrán lugar elecciones municipales y autonómicas (estas últimas, en todas las CCAA salvo en el País Vasco, Cataluña, Galicia y Andalucía). Esa doble cita electoral puede ser la puntilla para Sánchez y la confirmación de que ya ha llegado la hora de poner punto final a la etapa del peor presidente del Gobierno que ha tenido España, con permiso de Zapatero, desde la Transición.

En cuanto a sus socios parlamentarios y de gobierno, Podemos y, fundamentalmente, ERC y los herederos de ETA, Bildu, por razones diversas, se mantendrán. En el caso de Podemos, el motivo es muy fácil de entender: si retiran su apoyo a Sánchez, ¿qué salida laboral tendrían personas como Ione Belarra, Irene Montero o Alberto Garzón? ¿Qué hacer con la caterva de asesores y cargos intermedios que cesan cuando lo hacen sus jefes? Por lo tanto, los de Podemos, aunque no sean muy religiosos, en este caso aplicarán el dicho de "Virgencita, virgencita, que me quede como estoy".

Los independentistas de ERC están demostrando en estas semanas, desde que estalló el caso Pegasus, lo que verdaderamente son: unos cobardes que no hacen más que amenazar, amagar, pero no acaban de dar. Los Rufianes, Aragoneses y demás se muestran muy indignados con las escuchas telefónicas, supuestamente consentidas por el Gobierno al que apoyan, pero se quedan en eso: en el puro postureo y en aprovechar para hacer todo el daño que puedan a las instituciones, en este caso, a los servicios de inteligencia. Además, si tienen que seguir fingiendo estar muy indignados, pueden pedirles a sus amigos de Bildu que les sustituyan temporalmente en la tarea de sostener a Sánchez en la Moncloa, porque les interesa que siga al frente del Ejecutivo, no sea que llegue uno de la derecha y les vuelva a aplicar el 155.

En definitiva, ni Sánchez adelantará las elecciones, que es lo que necesitaría con urgencia España, ni sus socios propiciarán su caída. El apego al poder en el caso de aquel, el oscuro futuro laboral de los de Podemos y el cuanto peor para España mejor para ellos (los independentistas catalanes) son razones muy poderosas para aguantar todo lo que se pueda.

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