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EDITORIAL

Indultos viles

A la sociedad se le está diciendo que lo malo es bueno y el crimen no se paga.

Lo peor del deterioro institucional que está causando Pedro Sánchez, con sus alianzas con comunistas, golpistas y filoterroristas, es que la degradación lleva aparejada una degeneración moral en la sociedad que, si llega a ser lo suficientemente profunda, puede resultar aún más dañina y difícil de reparar que la crisis institucional y, por supuesto, que la económica.

La Fiscalía, organismo esencial en el sistema legal y, por lo tanto, parte de lo que podríamos llamar la columna vertebral moral de la sociedad, es una de esas instituciones que está sufriendo un deterioro atroz a manos de un personaje, Dolores Delgado, cuyo sectarismo sólo es comparable a su falta de escrúpulos. Sólo desde esa degradación moral que sin duda Delgado está transmitiendo a la Fiscalía se puede entender que se pida el indulto para una delincuente condenada por un delito tan grave como el secuestro de un menor, que además lideraba una organización –Infancia Libre– dedicada a justificar y dar cobertura a este tipo de crímenes.

El relato del pobre niño secuestrado que se ha hecho público esta semana es terrorífico, y es obvio que esa realidad de los hechos no puede escapar a la Fiscalía. Como tampoco escapa que la madre ha manifestado reiteradamente que no se arrepiente de su delito, a pesar del espantoso coste que tenía para el menor, que, tal y como ha contado, con ella vivía "como en una cárcel, sin amigos y sin estudiar".

Pero a pesar de todas las abrumadoras pruebas que dejan bien claro que María Sevilla es un peligro para sus hijos, la Fiscalía pide un indulto en el que es imposible no ver la sucia mano de un interés ideológico repugnante y cuyo resultado final es el envilecimiento de una sociedad en la que la Justicia no depende tanto de la naturaleza delictiva o no de los actos, sino de la cercanía o lejanía política al Gobierno o de las necesidades que tengan Sánchez y sus adláteres.

No es la primera vez que los indultos son moneda de cambio en ese juego miserable de Sánchez en el que todo da igual menos la más sucia batalla ideológica o la propia supervivencia política: ahí está el caso de Juana Rivas, tan similar a este, y el del perdón a los golpistas, probablemente el más escandaloso.

Porque, por mucho que parezcan cosas muy diferentes, unos indultos y otros comparten un rasgo fundamental: la voluntad de envilecer una sociedad a la que se le está diciendo que lo malo es bueno y el crimen no se paga.

Los que sin duda sí pagarán, más pronto que tarde, son aquellos como Dolores Delgado o ese fiscal que ha pedido el indulto para María Sevilla, que quizá creen que están a salvo por su abyecto servilismo a este Gobierno inmoral, pero que cualquier día verán cómo en esa carrera por salvar a Sánchez ellos pueden ser los siguientes sacrificados.

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