
Las metamorfosis, cuando son relevantes, suelen ser inesperadas. Recuerden la del individuo de Kafka, convertido en insecto sin saber cómo ni por qué aunque estaba claro que lo que fuera lo era porque, de algún modo, estaba en su código genético. Decía Elías Canetti que es una esperanza infantil imaginarse que no todo está perdido. Por eso, deseaba metamorfosis sorprendentes que trocaran a un contable en poeta o a un usurero en filántropo. Es el anhelo de guardería de Alberto Núñez Feijóo cuando se refirió, no sabemos con qué fundamento, al "próximo PSOE". Pues el PSOE del futuro que esperaba le ha caído encima en el Congreso de los Diputados. Pero el espectáculo de la metamorfosis socialista no es trascendente porque es lo esperado por todos menos por el PP.
La gran metamorfosis pudo haber sido impulsada por Felipe González cuando propuso abandonar el marxismo. Fue en el XXVIII Congreso Federal, celebrado en mayo de 1979. Felipe González propuso el abandono del marxismo, propuesta que fue derrotada, con Alfonso Guerra de notario y Javier Solana (luego mandamás de la OTAN y el farsante de Tierno Galván, entre otros como Ignacio Sotelo, Pablo Castellanos y cía). Tras el varapalo interno, González dimitió y al PSOE le entró el vértigo de una derrota electoral. La consecuencia fue que González volvió al poder pero nunca jamás se entró a debatir la trayectoria del PSOE ni a revisar su comportamiento histórico.
Lo de ayer no fue una metamorfosis inesperada porque, en realidad, no fue ni inesperada ni metamorfosis, sino la vuelta al capullo de una esperanza socialdemócrata y nacional que nunca se cumplió. La ambigüedad de un PSOE que, lejos de hacer un examen de conciencia sobre sus responsabilidades y sus ideas, permitió que un cada vez más repugnante José Luis Rodríguez Zapatero impusiera su tesis del todo vale –feminismo, sexismo, ecologismo, comunismo y los ismos derivados menos el obrerismo, a ése que le den—, con tal de que la organización del partido (que da de comer a cientos de miles de afiliados y simpatizantes) se mantenga en pie. Pedro Sánchez ya avisó que iba a hacer lo mismo aunque ha llegado mucho más lejos.
La vieja guardia socialista trató de reaccionar a través de la incauta Susana Díaz, que se creyó la reina roja y la dueña de la astucia y la marrullería. Pero Sánchez le demostró enseguida que su máster de verdad, no el falso sino el que realmente ha hecho, es el de maquiavelismo superior sin escrúpulos. Ahora esa vieja guardia, alarmada porque el Calígula de la Moncloa ha decidido deslegitimarla, acaba de publicar un Manifiesto defendiendo la Transición de la que fueron protagonistas. Acaban de darse cuenta, no del todo, de que la España plural, compartida y democrática de la Constitución ha sido dinamitada por el pacto entre ETA y el cadáver de un PSOE guerracivilista que resucita de su tumba excavado pacientemente por Otegui, Junqueras y un PNV, muerta ya CiU, que no comprende que los nacionalismos del presente o son comunistas (neo, ultra, super o extra) o no son porque el que juega fuerte es el dinero público no el dinero de las burguesías regionales.
Desde el debate de esta semana, el PSOE es comunista antes que socialista (en realidad Sánchez va a ser cualquier cosa que le permita dictar desde el poder). Por ello, es escandalosa la miopía política de un PP que ve la situación en términos electorales cortoplacistas. Ya tienen, dice, una autopista por el centro (¿qué centro?). No, hombre. Lo que tienen delante es la vertebración de un Frente Popular muy parecido al de 1936 que tiene por objetivo acabar con la integridad y la esencia de la España democrática y constitucional malherida desde 2004. Por ello, serán incapaces de prepararse para lo que ha de venir. No se trata de las elecciones, sino de las próximas generaciones, como suelen cacarear en los mítines sin reflexionar.
Tampoco se entienden otros entusiasmos. Salvo ETA, que tiene claro que en su "país" no cabe otro gallo porque ya mataron a los aspirantes y amenazan a los que quedan, los demás deberían darse cabezazos contra el Muro de las Lamentaciones. Lo que ha decidido Sánchez es empollar a toda la izquierda unida con Esquerra y demás separatismos dentro y no permitir desgarros como el que le produjo el podemismo-separatismo desde 2011. Esto es, les ha birlado el fondo de armario. Sólo le son útiles para mantener la mayoría absoluta que necesita, pero siendo su PSOE el eje de todo poder. Yolanda Díaz dejó de existir a los dos días de empezar a sumar.
O sea, no ha habido metamorfosis. Nunca la ha habido. El próximo PSOE es el viejo PSOE. Seguir soñando con una metamorfosis socialdemócrata de tal organización es olvidar lo inolvidable.
