Que nuestro nunca suficientemente querido y apreciado presidente del Gobierno adora posar ante las cámaras no creo que lo ponga en duda ni el más acérrimo de sus fans. Esa obsesión suya nos ha permitido disfrutar de instantáneas como aquella en que hacía como que trabajaba duramente a bordo del Falcon, que seguramente le llevaría a una boda o un concierto, pero ninguna como la que nos ha regalado esta mañana de tórrido lunes. Una fotografía que resume como ninguna tanto su narcisismo como lo que ha supuesto su paso por el Gobierno español.
Así, vemos al líder del PSOE delante de un terreno calcinado por las llamas, mientras pone cara de preocuparse mucho y se adivina en su pantalón que esa oportunidad de posar guapérrimo delante de la devastación le excita más que la efímera pareja del señor Salmones en topless. En una sola imagen tenemos la España devastada que nos está dejando y al responsable de destruirla encantado de haberse conocido, dispuesto a destruirla un poquito más con tal de comprar tiempo para poder hacerse otra foto más presidiendo la Unión Europea durante el segundo semestre de 2023.
Bajo su mandato hemos sido el país con la peor respuesta ante la pandemia de toda Europa, con el decrecimiento económico más brutal y con la recuperación más lenta del continente. Estamos en los puestos de la cabeza de la Unión Europa en inflación interanual y durante la peor crisis energética que se recuerda desde los años 70, Pedro Sánchez decidió cambiar la política de España respecto a la independencia del Sáhara, apoyada por izquierda y derecha, condenándonos a quedarnos sin la mayor parte del gas proveniente de Argelia, del que ahora disfruta Italia. Y, naturalmente, mientras posa frente a la tierra calcinada le echa la culpa al cambio climático y no a que no se preparen adecuadamente los montes para reducir el riesgo de que ardan sin control. Que esto último sí que es responsabilidad de su partido, que gobierna tanto en España como en Extremadura.
Mientras sufrimos las consecuencias de su criminal política económica viendo cómo arden nuestros salarios y nuestros ahorros, también tenemos que sufrir la diarrea legislativa sectaria a la que nos somete su coalición de gobierno. En breve será ilegal decir que un hombre es un hombre, y una mujer es una mujer; y cuidado con lo que escribamos y digamos sobre ETA, cuyos asesinos más veteranos podrán decir que son víctimas del franquismo recibiendo la consecuente protección legal. No sólo está dejando España calcinada en el plano económico; está haciendo todo lo posible por quemar todo aquello que nos une como españoles, para incendiar la convivencia.
Pero si quiere que hablemos de cambio climático, hablemos. Que no sea por nosotros, que llevamos décadas denunciando la demencial política energética que políticos de izquierdas y derechas han perpetrado en contra de este país. Que han abandonado el desarrollo de la energía nuclear y han detonado centrales de carbón porque qué malo es ese calentamiento global que igual dentro de cien años hace nosequé, pero que si este invierno te congelas por falta de gas nosotros no tenemos la culpa, qué va, es toda del capitalismo depredador que calienta el planeta, o de Putin, o qué sé yo.
A Sánchez todo esto le da igual, como le da igual el paisaje quemado a espaldas de su persona. Lo que quiere, lo único que le importa es quedar bien en cuantas más fotos, mejor. Y hoy día la forma de quedar bien no es facilitando que los ciudadanos a quienes gobierna puedan enfriar su casa en verano y calentarla en invierno sin tener que hipotecarla, sino colocándose en el lado de los gretos. Así que no esperen de este Gobierno un poco de realismo energético, a no ser que vea peligrar su próximo photocall.