La ola de incendios que asola España no es una catástrofe que pueda atribuirse sin más al llamado cambio climático, un constructo sociológico con graves problemas de consistencia científica que, por lo demás, resulta tan ambiguo que puede utilizarse como origen de cualquier problema. De hecho, el falso comodín del calentamiento global es utilizado por la clase política occidental para huir de sus responsabilidades y seguir cerrando los ojos a las graves consecuencias que su abrumadora legislación climática está provocando al medio ambiente.
"El cambio climático mata", resumió Sánchez ayer mientras posaba para los medios gráficos con expresión desolada ante las cenizas, todavía ardientes, de Monfragüe. Pero los ganaderos de la zona y, en general, la gente del campo que está viendo su hábitat devastado por el fuego, saben que lo que está destruyendo su medio de vida no es una simulación matemática que pronostica la subida de un grado de la temperatura media del planeta dentro de cien años, sino la dejadez de las administraciones a la hora de gestionar los montes comunales y las trabas abusivas a las que se enfrentan los agricultores y ganaderos para sanear adecuadamente los espacios forestales.
Los propios habitantes de las zonas más afectadas denuncian el abandono de nuestros montes, muchos de los cuales, como ocurre con el Parque Nacional de Monfragüe, llevan varios años sin la debida retirada de malezas. Pero lo más terrible es que la legislación verde impuesta por todas las administraciones impide también a los ganaderos y agricultores realizar esas labores, también en las fincas de su propiedad, debido a las prohibiciones de todo tipo y las enormes trabas burocráticas que hacen inviable el mantenimiento adecuado de nuestras zonas forestales.
La imposición totalitaria de la agenda verde del Gobierno y la falta de inversiones en las zonas rurales son las verdaderas causas de la oleada de incendios que estamos sufriendo prácticamente en toda España. Urge acabar con esa política alejada de las necesidades reales del mundo rural y permitir a los habitantes de estas zonas participar en la gestión de los espacios naturales, pero las palabras de Sánchez en su visita de ayer al Parque Nacional de Monfragüe, presa de uno de los incendios más devastadores de la península, definen al clásico político izquierdista decidido a imponer el dogma de la culpa del cambio climático como una verdad revelada. El precio de tanta soberbia falsamente ecologista ya la estamos pagando.