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José García Domínguez

Gorbachov

Su gran error fue pretender que Rusia era lo que nunca ha sido: una nación. Rusia siempre ha sido un imperio y los imperios no se pueden democratizar.

Su gran error fue pretender que Rusia era lo que nunca ha sido: una nación. Rusia siempre ha sido un imperio y los imperios no se pueden democratizar.
Mijail Gorbachov | Cordon Press

El difunto Mijail Serguéyevich Gorbachov fue un hombre tan popular y querido por su pueblo que la única vez que en la Federación Rusa hubo algo parecido a unas elecciones libres, en 1996, la candidatura a la presidencia el país que él encabezaba obtuvo un impresionante 0,5% del total de los votos escrutados. Porque los rusos, a diferencia de sus innumerables fans dentro de la élite capitalista occidental, nunca quisieron a Gorbi, dirigente de la URSS crepuscular frente al que las opiniones dominantes allí se dividen entre los que lo consideran un traidor y los que lo tienen por un tonto útil que, pese a sus personales intenciones, solo acabó sirviendo a intereses extranjeros.

Juicios acaso demasiado duros a los que no resulta ajena la frustración colectiva ante el desmoronamiento de Rusia en todos los sentidos, incluyendo en el derrumbe el del propio orgullo patrio de una superpotencia convertida de la noche a la mañana en un paisito marginal e irrelevante, que sucedió a su paso efímero por el poder. En las antípodas de la actual Rusia de Putin, un autócrata al que Occidente respeta en secreto porque le teme, la URSS de Gorbachov no era ni respetada ni temida. Maquiavelo, sin duda, lo habría despreciado con todas sus fuerzas.

Y es que en la figura de Mijail concurrieron, además, dos defectos, a cada cual más grave, imperdonables en un político. El primero, ser buena persona, de ahí que se negara a "hacer algo con Yeltsin" (palabras literales suyas) cuando todavía disponía del control del KGB y del Ejército. El segundo, creer, y de verdad, en unos principios políticos. Porque Gorbachov encarnó con toda certeza al último dirigente del PCUS que seguía siendo sinceramente comunista en su fuero interno. Nunca fue, a diferencia del resto, ni un cínico ni un ladrón. Pero su gran error fue pretender que Rusia era lo que ni es ni nunca ha sido: una nación. Rusia siempre ha constituido un imperio, no una nación. Y los imperios no se pueden democratizar, so pena de caer en caos. Pese a todo, la historia lo absolverá.

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