Uclés, el Escorial manchego, es un imponente monasterio que, durante sus gloriosos siglos como cabeza de la Orden de Santiago, fue un centro de actividad bulliciosa. Hoy está infrautilizado por un puñado de chavales de la comarca que estudian, comen y duermen allí. Quizá sea éste el síntoma más evidente del fin de eso que antaño se llamó Cristiandad y hoy a duras penas podemos seguir llamando Europa: ya no hay niños para seguir teniéndola en pie.
Durante mi recorrido por aquellos pasillos casi desiertos, me llamó la atención un aula por cuyas paredes se desplegaba una especie de tapiz de Bayeux en el que, en vez de las hazañas de Guillermo el Conquistador, se relataba la historia universal dividida en tres franjas cronológicamente coincidentes: la historia de España, la del mundo y la de la Iglesia. De ese modo los alumnos podían orientarse sobre los hechos políticos, culturales y religiosos comprendiendo más fácilmente su encaje con el resto de las cosas que sucedían al mismo tiempo en los ámbitos descritos en las tres franjas.
Ante aquel magnífico panel se me ocurrió que con él se podría hacer una prueba de conocimiento de eso que antes se llamaba cultura general y que debiera ser superada por todo aquel que aspirase a acceder a la universidad, tanto a las carreras de letras como a las de ciencias. Y lo mismo debería hacerse, por supuesto, con los conocimientos esenciales en biología, física o matemáticas, sin los cuales tampoco debiera llegar nadie a los estudios superiores aunque fuese a dedicarse a estudiar derecho o filosofía.
No se debería tolerar que una persona incapaz de ubicar cronológicamente los hechos esenciales de la historia o ignorante de los conocimientos mínimos de la cultura y la ciencia pueda acceder a unas instituciones educativas que deberían estar reservadas para los verdaderamente capaces e interesados. Pero como se tolera, y como el contenido de los estudios universitarios se parece cada día más al de la antigua educación primaria, tenemos la sociedad que tenemos, cada día más analfabeta y al mismo tiempo más convencida de ser "la más preparada de la historia". Y las consecuencias están siendo sufridas por millones de ciudadanos condenados a ser tratados, educados, atendidos, asesorados, empleados, dirigidos, administrados, sanados y gobernados por una multitud de personas incapaces de alcanzar unos mínimos requisitos de formación humana y académica.
Desde la aprobación de la nefasta LOGSE en los ya lejanos años del felipato, la educación en España se ha despeñado por un precipicio sin fondo mientras el partido de la llamada derecha, incapaz de mover un dedo, confirmaba una vez más su condición de alineación suplente del PSOE.
La nueva oleada destructiva aprobada por el Gobierno ha demostrado que todavía no hemos alcanzado el fondo del precipicio: eliminación de exámenes y calificaciones, posibilidad de pasar de curso a pesar de los suspensos, eliminación de toda la historia anterior a 1812, enseñanza de la misma por bloques temáticos en vez de por orden cronológico (¿cómo se puede comprender la historia sin fechas?), enfoque ideológico de cualquier asignatura, etc. Respecto a la historia, no podía faltar el especial énfasis en la interpretación ideológica de la guerra del 36, quizá para compensar el olvido de los dos milenios anteriores (¿no es el desarraigo una de las condiciones primordiales del progresismo?). Por lo que se refiere a la lengua, lo importante ya no será expresarse con corrección semántica y sintáctica, sino "el uso ético del lenguaje que ponga las palabras al servicio de la convivencia democrática, la resolución dialogada de los conflictos y la construcción de vínculos personales y sociales basados en el respeto y la igualdad de derechos de todas las personas". También aparece una nueva asignatura, Educación en valores cívicos y éticos, apenas influida por la ideología del Gobierno social-comunista: ha de servir para "tomar consciencia de la lucha por una efectiva igualdad de género y del problema de la violencia y explotación sobre las mujeres, a través del análisis de las diversas olas y corrientes del feminismo y de las medidas de prevención de la desigualdad, la violencia y la discriminación por razón de género y orientación sexual, mostrando igualmente conocimiento de los derechos LGTBIQ+ y reconociendo la necesidad de respetarlos". Y todo ello, por supuesto, regado con las inevitables refencias a la sostenibilidad, el ecofeminismo, la perspectiva de género y demás bobadas.
En resumen, una explosiva mezcla de ignorancia y pensamiento único de la que brotan y seguirán brotando millones de clones incapaces de regir sus vidas con dignidad y de desarrollar sus trabajos con eficacia pero capaces de elegir y de ser elegidos. El paraíso final del progresismo. ¡Ignorantes del mundo, uníos!