
El sueño oculto del español corriente es hacerse rico, y, a poder ser, trabajando poco. Naturalmente, hay otros muchos ideales o deseos, pero este es el que destaca sobre todos los demás, aunque sea de carácter latente. Se trata de una ensoñación casi imposible de cumplir en términos estadísticos; de ahí su atractivo. Se acompaña de golpes de suerte, contundentes, un tanto impredecibles. Obsérvese estas palabras asociadas: pelotazo, braguetazo, negociazo, sablazo. Las cuales nos indican las posibles vías de realización del escondido deseo: (a) la política, (b) la suerte (loterías, juegos de azar, apuestas), (c) la especulación dineraria, (d) la delincuencia, (e) un oportuno matrimonio. Todas las vías suponen muy poca probabilidad de éxito, mas no importa. "Los sueños sueños son". Cuando los españoles se entusiasman con las "estrellas" del espectáculo, el deporte, la política, lo hacen porque esas actividades suponen pasar a la categoría de los "ricos". Por definición son, siempre, muy pocos. Ahora, se confunden con "los famosos", "las celebridades". A veces, consuela seguirles la pista biográfica. También pueden padecer desgracias; eso los humaniza.
Aunque el adjetivo "rico" sea tan común, no proviene del latín, el griego o el árabe, sino de las remotas lenguas germánicas. En inglés clásico, la voz rich aludía a un estamento de la estructura feudal. En castellano clásico, un rico home no era, necesariamente, el que tenía mucho dinero, sino el que manifestaba un alto grado de nobleza o linaje. Cuidado, porque esa asociación se conserva, de forma latente, en la idea que tenemos sobre un individuo "rico". Para empezar, es algo que, aunque se logre, hay que ocultarlo todo lo posible. No es casualidad que el Quijote sea nuestra biblia nacional. Es la obra suprema del arte de disimular, fingir, esconder la verdadera personalidad. Los españoles del común se deleitarán con el sueño crematístico, pero, disfrazarán su ideal con un supuesto altruismo, con la gracia que concede el misterioso don de la suerte.
Tampoco es que estas especulaciones sean, solo, hodiernas. En la sociedad española tradicional, ya contaba la secreta ambición de hacerse ricos, de golpe, a través de ciertas fantasías. Recuérdese: encontrar un tesoro, llegar a ser un torero célebre, celebrar un matrimonio de conveniencia, regresar como "indianos" exitosos de Cuba u otros países americanos.
Hoy, tendríamos una alternativa más realista para enriquecerse: creando riqueza, a través de las iniciativas económicas. Sin embargo, esa vía empresarial cuenta poco. Es algo que está fuera de los planteamientos oníricos. Es demasiado prosaica y, sobre todo, necesita la condición de trabajar mucho. La "ética del esfuerzo" no es, precisamente, la que caracteriza a la sociedad española.
La creencia subyacente a la ensoñación de hacerse uno rico es la que podríamos llamar "suma cero", según la teoría de juegos. Es decir, uno aumenta prodigiosamente sus caudales si, de rebote, otros muchos se empobrecen. Curiosamente, esa es la condición que se cumple en las loterías y los juegos de azar, aunque no se reconozca. Añade un renovado placer.
Si bien se mira, no parece especialmente cómoda la vida cotidiana de los ricos de verdad, alojados en aisladas mansiones, rodeados de alarmas, guardaespaldas y otros elementos de la obsesión por la seguridad. No obstante, lo que parece irracional supone un ulterior estímulo al deseo de ser rico.
Volvamos a la etimología. La verdadera satisfacción de ser rico es la de imponer los deseos personales a los de los demás. Es decir, lo que importa es ser "poderoso" o creer uno que lo es. No es fácil conseguirlo de golpe, casi imposible; de ahí su atractivo.
Pero, entonces, ¿dónde está el secreto de soñar con ser rico? Muy sencillo. Se trata de un medio para conseguir la verdadera finalidad última y más apreciada: dar envidia. Esa es la España de verdad.
