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Cisma separatista en la Diada más desangelada

La Diada de este año ha sido un doble fracaso para el separatismo, que ya solo confía en Sánchez para avanzar en sus planes separatistas.

La tradicional manifestación del Día de la Comunidad Autónoma de Cataluña ha contado este año con la menor participación de la última década a excepción del periodo de pandemia. La Guardia Urbana, siempre al servicio del nacionalismo, ha ofrecido la cifra de 150.000 participantes en la concentración del día de ayer cuando en otras ocasiones aseguró haber detectado a un millón y medio de voluntariosos separatistas tomando las calles de Barcelona, lo que indica de manera muy gráfica el desplome estrepitoso delapoyo popular a la cita anual más reivindicativa del secesionismo.

El desánimo y la frustración cunden en las filas separatistas, azuzadas por la guerra intestina entre los dos bloques del independentismo catalán, liderados respectivamente por ERC y JxCat. La Asamblea Nacional Catalana, organización "cívica" profusamente subvencionada y próxima al partido heredero de CiU, aprovechó el acto para acusar de traidor al presidente de la Generalidad por sus pactos con Sánchez y exigirle la declaración de la independencia o la convocatoria de elecciones. Horas antes, Pere Aragonès había defendido en una alocución pública los réditos de su diálogo con el Gobierno de Sánchez como elemento fundamental para avanzar en la secesión de la comunidad catalana.

"Traidor" fue, en consecuencia, el término más utilizado en las pancartas y coreado por los manifestantes en esta Diada que, lejos de servir de unión entre las fuerzas nacionalistas en su objetivo de avanzar hacia la secesión, ha sido el escenario de un duro cruce de acusaciones para estupor de las propias bases del separatismo.

El conflicto entre republicanos y convergentes es tan profundo que ni un solo dirigente de ERC se dejó ver en la manifestación de ayer, convertida por los herederos de CiU en un acto de repudio al partido con el que, a pesar de todo, comparten el Gobierno autonómico catalán. Pero las profundas discrepancias estratégicas sobre la forma de llevar a cabo la independencia, que apenas logran disimular la lucha de las dos formaciones para hacerse con el poder en Cataluña, han llevado a las bases separatistas a unos niveles de frustración desconocidos diez años después del comienzo "oficial" del proceso secesionista.

La Diada de este año ha sido un doble fracaso para el separatismo, que ya solo confía en Sánchez para avanzar en sus planes separatistas y, sobre todo, mantener bajo su control exclusivo los casi 40.000 millones de que anualmente dispone la Generalidad.

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