
Necesitaba el Atlético un partido como el de San Mamés y lo necesitaba para autoconvencerse de cuál es el camino a seguir. Por mucho que se diga que el estilo del Cholo Simeone en este Atlético ya no funciona, la realidad es que los rojiblancos suelen lograr buenos resultados cada vez que no negocian su intensidad y cada vez que se rebelan ante situaciones complicadas. Tras empatar en Champions, una visita a San Mamés se podía convertir en una trampa mortal y pasó justo lo contrario, es decir, se convirtió en el partido que necesitaban los colchoneros para recordar y recordarse qué ADN debe imperar en el vestuario.
El Atlético fue el Atlético de Simeone en Bilbao y curiosamente cuando se pone ese disfraz, la fiesta es suya y tiene final feliz. Fue un equipo intenso, contragolpeador e incluso con ese punto de mala leche que te da el hecho de que te intenten robar la cartera en pleno partido. Lejos de amilanarse por el contexto o por las impetuosas ganas de Figueroa Vázquez de fastidiar la noche a los madrileños, el equipo del Cholo se rebeló y se llevó el partido con 11 Reinildos luchando por todas y cada una de las pelotas en juego.
Porque lo de Reinildo fue espectacular. Por menos, muchos tienen una placa en el Civitas Metropolitano. El mozambiqueño es el perfecto ejemplo de lo que quiere y necesita el Atlético de Simeone. Ni más ni menos. Tendrá más o menos calidad, jugará mejor o peor un día u otro, pero la actitud, sea el jugador que sea, debe ser innegociable. Reinildo secó a los hermanos Williams con una intensidad de la que el Vicente Calderón hubiese estado orgulloso. Así se juega en el Atlético. Así se contagia a los compañeros. Así es el Atlético del Cholo. Por esa razón, el club tiene que tomar una decisión y hacerlo sin término medio. ¿Queremos jugar como en San Mamés? Pues toca dar músculo y contundencia al equipo, sobre todo en defensa. ¿Queremos otra cosa? Hay que cambiar a Simeone. La realidad es esa, pero la misma también dice que este Atlético, estando mal este año y lejos de su mejor versión, ha ganado en San Mamés, Mestalla y Sánchez Pizjuán con la fórmula de siempre de Simeone. No es casualidad. Hay causalidad.
Siguiendo con el Reinildismo, el ex de Lille fue la punta de lanza del cholismo en Bilbao y se sumó a un gran Antoine Griezmann. No solo por su gol sino también por la calidad del galo a la hora de jugar la pelota, dirigir los ataques y dar sentido a lo que quiere Simeone. El francés ya puede jugar 90 minutos por partido y el equipo lo nota. ¿Quién iba a pensar que teniendo a tu mejor jugador jugando todo el partido las cosas podrían salir bien? ¡Menuda locura! Igual que la mejora defensiva del equipo al tener a Savic y Giménez más de dos partidos seguidos. ¿Quién iba a pensar que teniendo a defensas que defienden las cosas podrían salir bien? ¡No se podía saber!
Además de la zaga, de Reinildo y de Griezmann, el Atlético nota la mejoría gradual de Nahuel Molina en el lateral o la importancia de Kondogbia en el centro del campo para que Koke se pueda dedicar a su función de metrónomo y no a hacer el trabajo de 3 jugadores él solo. Eso sí, lo de Rodrigo De Paul empieza a ser desesperante. Ante el Athletic la jugada era pase, pase, pase, pase, fallo de De Paul. Pase, pared, balón de primeras, fallo de De Paul. Y así en el 90% de los ataques. Ese es un hándicap que el Atlético no puede tener y menos con un jugador que costó 40 millones y que en Argentina es otro futbolista totalmente diferente. Su primer año de adaptación ya pasó y con menos merecimientos que otros suma muchos minutos de más gracias a que Simeone confía en él, pero si la meritocracia manda en el vestuario, el argentino, a día de hoy, no le puede quitar minutos a otros compañeros.
Y por supuesto, no se puede dejar pasar lo que ocurrió con el arbitraje porque es para mucho más que un neverazo a Figueroa Vázquez. Es para un congelador en un búnker bajo tierra durante mínimo un mes. El partido acabó bien para el Atlético porque Griezmann marcó el 0-1 y Grbic, impecable al sustituir a un conmocionado Oblak, demostró personalidad en San Mamés, pero Figueroa demostró la misma intensidad que el Atlético a la hora de intentar penalizar a los colchoneros. El gol anulado a Morata es directamente para dejar de ver fútbol en este país y además no llego a entender la rapidez y contundencia con la que el colegiado, sin ángulo y sin ninguna indicación de su línea, se lanzó como un descosido a pitar penalti por un pelotazo en la cara de Reinildo. Ni Andrés Iniesta corrió en 2010 con tantas ganas como Figueroa en San Mamés. Y ya van dos veces este año en el País Vasco. En San Sebastián lograron penalizar al Atlético. En Bilbao fue tan evidente que no era mano que tuvieron que rectificar.
El Atlético necesitaba un partido como el de San Mamés, darle continuidad ahora ante el Rayo y rezar para que Savic y Giménez se alejan tanto de las lesiones como Figueroa Vázquez de la imparcialidad. Si eso pasa, la Champions seguirá siendo posible y en la Liga y en la Copa se competirá hasta el final. El Cholismo, Reinildos mediante, no está caducado.
