
El homenaje al demócrata Carlos Alberto Montaner me ha hecho pensar sobre el pasado y el presente de la América española. ¿Estamos peor o mejor que hace treinta años? La respuesta es obvia. Y, sin embargo, la extensa obra de Carlos Alberto Montaner en la lucha por la libertad y la democracia en Cuba no creo que haya caído en el vacío. La inteligencia americana no es peor hoy que en el pasado. Y eso se debe en buena medida a la obra intelectual de hombres como el homenajeado. Sí, las correspondencias y relaciones entre el mundo intelectual hispanoamericano y los ámbitos políticos siguen siendo en la actualidad tan ambiguas como en el pasado. Los intelectuales y escritores, a veces, siguieron a los caudillos y espadones surgidos de las guerra civiles por la independencia de España, una desgraciada tradición hoy más vigente que nunca, pero otras veces, por qué no reconocerlos, hubo hombres de letras que se opusieron a esos caudillos, y por ello fueron perseguidos con saña y terror. Todo eso ha sucedido a lo largo de dos siglos y sigue pasando con más o menos virulencia en nuestra época. Por poner un solo ejemplo las relaciones fraternales entre García Márquez y el criminal Castro son de sobra conocidas; pero también son conocidos los autores que se opusieron a esa cruel dictadura, por ejemplo Cabrera Infante. La persecución actual de los bolivarianos venezolanos contra su inteligencia también es sabida, baste recordar que el gran humorista y extraordinario escritor Laureano Márquez, junto a otros buenos artistas, viven en el exilio. Por el lado, pues, de los gobiernos, hay pocas señales para el optimismo, especialmente si nos fijamos en que la mayoría de esos países gobiernan dictadores o tiranuelos proclives a cargarse todas las libertades. O bien por la técnica del golpe de Estado, o simplemente por la revolución, como es el caso de Cuba, o bien utilizando los métodos democráticos para llegar al poder y, luego, perpetuarse en él con la manipulación de la ley, el saber y el poder, no hay demasiadas expectativas para el desarrollo de la democracia en la América española.
Y, sin embargo, existen serios indicios de que algo se mueve en el terreno intelectual. Ya no están solos los Plinio Apuleyo, Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner… En otros registros y diferentes claves históricas están apareciendo libros de autores argentinos, como Marcelo Gullo Omodeo, o colombianos, como Pablo Victoria, que están revisando críticamente el pasado o, al menos, las versiones más ideológicas y falsas que nos hacen albergar algunas esperanzas. Tengo la sensación de que detrás de esos libros, más allá de los matices y críticas que pudiéramos hacerles, late una búsqueda de tradiciones dignas de ser seguidas en el presente. O sea, después del hartazgo de los proyectos y las utopías americanas, de futuros irrealizables, se ha puesto pie en pared para buscar en la historia, en la genuina historia de la hispanidad, fuerzas para construir sociedades más libres y democráticas. Al fin, se han percatado de que las tradiciones son tan importantes como los proyectos.
Esos libros demuestran que la América española, después de las independencias, no es un mero desideratum de ingeniería política para revolucionarios y golpistas, o sea para bolivarianos de todo cuño, sino una rica historia de tradiciones que deben ser continuadas. La obra de Pablo Victoria se enfrenta con decisión contra el mito de mitos: Simón Bolívar. Eso era algo inimaginable hace veinte o treinta años. Que Bolivar fue un terrorista, hoy, ya esta fuera de toda duda gracias a investigaciones como la del amigo Victoria; lean, pues, su libro: El terror bolivariano. Guerra y genocidio contra España durante la independencia de Colombia y Venezuela en el siglo XIX. Un libro escrito, según el autor colombiano, para desconfiar de las historias oficiales, o sea, revisada la historia oficial, hemos aprendido a desconfiar, dice Victoria, un poco más de ella y a amar mucho más a España: dedicado al pueblo español e hispanoamericano, para que volvamos a encontrarnos en las sendas comunes de nuestra historia… Después de este libro, uno puede considerarse seguidor del mayor hombre de armas de la América española, pero tendrá que justificar, explicar, o sencillamente rechazar su terrorismo, porque terror y democracia son incompatibles. Sí, los seguidores políticos de Simón Bolívar, entre los que se encuentra el dictador Maduro y todos los de la dinastía cubana de Castro, son terroristas.
Existe, sin embargo, algo que habla bien de Bolívar, que no estudia Victoria, y muy mal de los actuales dictadores: aquél nunca pensó que la emancipación de América de España acarrearía la desmembración del mundo hispánico, mientras que los Maduro y compañía prefieren entregarse antes a los comunistas chinos que defender su hispanidad.
