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Javier Somalo

Que sea verdad

El objetivo es evidente: que el golpe de Estado que mantiene a Sánchez en el poder no sea delito y se allane el camino para próximas aventuras que serán necesarias.

El objetivo es evidente: que el golpe de Estado que mantiene a Sánchez en el poder no sea delito y se allane el camino para próximas aventuras que serán necesarias.
Alberto Núñez Feijóo. | David Mudarra

Inexplicablemente, todavía hay quien se resiste a admitir que el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017 no fue sólo cosa de los separatistas catalanes, igual que el del 23 de febrero de 1981 no fue exclusivo de los espadones. Los hay incluso que no quieren ver, y esto es lo verdaderamente peligroso, que el golpe de octubre sigue en curso, a punto de legalizarse para convertirse en Régimen.

En realidad pretenden un "de la ley a la ley", chapucero, traidor y sedicioso, para cambiar a un régimen peor, al suyo, una involución en nuestra cara. Y no es una amenaza vaga porque, lamentablemente, el monstruo puede llevarlo a cabo juntando votos.

Lo que sabíamos a principios de semana era que, según el principal partido de la oposición, la sedición y la elección partidista de jueces son problemas distintos que podían resolverse en tiempos diferentes. Cada cosa tiene su momento, dijeron. O sea que si el tipo que te vende un coche además ha secuestrado a tu madre hay que ir por partes, sin mezclar: primero se discute el precio del coche y luego ya vamos a lo serio. Incluso al revés: resolvemos el secuestro, si se pudiera, y después entramos en la compraventa, pero siempre separando conceptos para no perder la objetividad política, arte inédito que algunos se empeñan en practicar. ¿No anula por completo una cosa a todas las demás? Parece evidente.

Así las cosas, la izquierda tomó asiento para disfrutar del circo romano en el que tienden a inmolarse los líderes del PP. Y de pronto, una frase, o algo asimilable, de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, hizo roncar las oxidadas y afónicas alarmas de Génova 13. Aquí lo extraño es que la crónica era otra: que el PP negociaba jueces a sabiendas del enjuague de la sedición, lo de la madre y el coche. ¿Qué ha sucedido y cómo puede afectar al curso de los acontecimientos?

Pues todo parece apuntar a que alguien preguntó algo así como "¿y qué dice la gente de todo esto?" y la respuesta fue terrorífica, apocalíptica. Por encuestas, por trackings, por proyecciones o por peteneras, el caso es que empezaban a flotar por los pasillos los muy ingrávidos fantasmas de Casado y Teodoro, así como por Halloween. Y ni truco ni trato, que estamos a las puertas electorales. Ojo con los adornos a las crónicas, pero parece que Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno, los que, junto al propio Feijóo eran referentes frente al casadismo siempre decadente y perdedor, habrían hecho un resumen de daños tan realista como certero y oportuno. Sea como fuera, y siempre de momento, aleluya. No hay tiempo para mucho más.

Nada es negociable con Sánchez

El Gobierno Sánchez pretende que el regateo sea un argumento público válido: si apruebas mis presupuestos —que es como una moción de confianza— te concedo reformar la ley para que el delito que ha cometido tu partido —el Supremo no quiso ver rebelión, que lo fue— sea todavía menos delito y lo puedas cometer de nuevo sin problema. En definitiva, el Gobierno pacta allanar el camino del crimen para que su socio, y él mismo, lo transiten con el mínimo riesgo. ¿Sedición? Desde luego, sin cárcel. De la rebelión se pasa, por fin, a la "ensoñación" misma. Y de nuevo una morcilla de un togado, esta vez la de Luciano Varela, sirve de argumento para acallar al PP pese al flagrante delito.

Ante esto es imposible negociar. De hecho, esto es lo que de veras merece una moción de censura, una denuncia o lo que sea. Pero, a falta de aritmética, lo único válido es alejarse públicamente del Mal y proteger la situación hasta las próximas elecciones. Hay tres ideas fáciles de explicar:

Primero, el PP no tiene la culpa de bloqueo alguno por mucho que la última renovación del CGPJ fuera la que, en el perverso esquema socialista, le "correspondía" por haber estado en el Gobierno. Más tiempo llevamos todos los españoles sin división de Poderes —sin democracia plena, por tanto— por culpa del PSOE aunque en Ferraz hayan tirado a Alfonso Guerra por el balcón del Palace para celebrar la cuarentena de su estreno. Así que ni "este PSOE", el que se carga a Guerra, ni el de Guerra, que se cargó a Montesquieu sirven para negociar. ¿Otro vendrá? Pues ya se verá.

Segundo, el bloqueo actual, de hecho, lejos de ser malo es necesario para que cambie el sistema como debe. Es como un reposo por prescripción facultativa institucional: no incumple la ley, sino que la preserva, el que trata de ajustarse de veras a la Constitución.

Y, por último, no hay formas intermedias de despolitizar la Justicia. Los periodos de carencia para los jueces que se asoman a la política sirven de poco cuando desde la propia judicatura hacen política. Pactar como norma la cuelga de togas es sólo eso, un ropaje.

Y Anthony en Senegal…

Cuando se montó el lío, "Antonio" Sánchez había derrapado unos 6.000 kilómetros con el presidente senegalés de Kenia, o algo así, porque su calculado menosprecio al PP en el debate de la Ley de Presupuestos era lo más importante de la irrespetuosa agenda africana marital. Eso y un poco de turismo típico del endiosamiento monclovita, que empuja a los presidentes a interesarse por la política internacional, es decir, a viajar fuera de España, pasar revista a tropas extranjeras y tocarse mucho el corazón, eso sí, olvidando algún pañuelo que se pueda ir a recoger después... con alguna inversión. En fin, la jubilación…

Sánchez se hizo un Trillo —¡Viva Honduras! — con menos gracia porque sólo estaba concentrado en no estar en el Congreso y en que el acento inglés quedara chulo, como todo en él. Pero en ausencia de patrón, la Chiqui Montero se salió a borbotones y, después dé más vueltas que su jefe entre Kenia y Senegal, alcanzó a decir algo así al diputado de ERC:

"(…) yo le quiero volver a reiterar las palabras del presidente Sánchez hace escasamente unos días de que, efectivamente, tenemos que trabajar en la modificación de determinadas figuras penales que a criterio de este Gobierno se contemplan de una forma que el Código Penal… que no son comparables con otras figuras penales similares que pueden existir en el ordenamiento jurídico europeo".

Reiteradamente se excusó la ministra en que la morcilla expuesta "no es objeto de este debate", pero claro, era la moneda de cambio y los de ERC querían oírla tintinear en público.

'Montero, chiqui, a ver si lo arreglas', diría Bolaños o el propio Anthony desde… ¿Tanzania? Y la ministra tiró de espontaneidad parlamentaria, por encuadrar lo suyo en un género, para pegar los añicos del jarrón:

"En el fragor de este debate de Presupuestos uno no siempre termina de completar la frase y lo que he querido decir es que hay un compromiso firme, pero cuando tengamos la mayoría para completarlo, cosa que hoy no ocurre".

Lejos de rectificar, lo convirtió en "compromiso" y encima confesó debilidad y desconocimiento. En resumen, lo harán si no encuentran oposición firme. Y sí, con "fragor".

El objetivo es evidente: que el golpe de Estado que mantiene a Sánchez en el poder no sea delito y, de paso, se allane el camino para próximas aventuras que serán necesarias. Y si fuera menester, porque el PP despertara del todo, se estudiará el "delito de oposición" como punto primero de un nuevo código sobre la deslealtad institucional. Si se cambia de régimen no hay límites para la imaginación y si no véase la Memoria Democrática que ya tipifica los delitos de pensamiento, palabra, obra u omisión, pecados mortales sólo de la derecha.

La reacción del PP expresada el jueves por la tarde es el primer gesto —si de veras lo creyera el PP— de la actitud política que podría llevar a Feijóo a la Moncloa. Se suspende la negociación…

"…a la espera de que el PSOE decida si en el ámbito institucional quiere avanzar con un partido constitucionalista como el Partido Popular o quiere seguir de la mano de partidos que buscan debilitar el Estado de derecho y romper la unidad constitucional".

No es necesario dar oportunidades ni esperar porque está en la naturaleza de Pedro Sánchez mentir para salvar su proyecto personal, siempre excluyente como en 1931. El engaño lo detecta bien el PP, lo que no quita que pueda caer de nuevo en él:

"Es una incongruencia insalvable pactar el reforzamiento del Estado de derecho al mismo tiempo que se pacta con otros partidos desprotegerlo. Reformar la ley para mejorar la independencia judicial no es compatible con reformar la ley para decirle a los jueces que han de ser condescendientes con aquellos que se levanten contra la unidad de España".

Hay que agradecer a María Jesús Montero que despertara al PP con el estruendo. Pero el PP no debió echarse a dormir con su peor enemigo, que el refranero es sabio. Ahora el peligro es que se crea las presuntas rectificaciones, que perdone, que quede "a la espera", que vuelva al redil en aras de una lealtad institucional que jamás será correspondida y que, por otra parte, no merece un gobierno que se apoya en un golpe, en una banda terrorista y en el comunismo, las peores coordenadas posibles.

En la izquierda mediática —Escolar, Barceló y otros filósofos— pintan a un Feijóo que no sabe hablar, que se equivoca con las citas o que hasta ignora dónde nació Rosalía de Castro —el que no lo sabe es el que se lo criticó— siendo gallego. Es el primer síntoma del acierto. Pero también de que inventarán todo lo que esté en su mano para desprestigiar al que se acerque demasiado a la posibilidad de gobernar sin ser de izquierdas.

Ya hemos sufrido los errores. Comenzó Alberto Ruiz Gallardón presumiendo de ser ariete de la despolitización que terminaría con "el obsceno espectáculo" y acabó siendo él quien estaba tras el telón, vestido de juez. Casado y Teodoro lo hicieron a la inversa: primero sucumbieron al lado oscuro, luego fingieron arrepentimiento y acabaron negociando en el patio trasero, como menudeando con los mayores.

Se han rodado todas las escenas. Que sea esta, sin variantes, la definitiva, la que lleve a reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial para que, de una santa vez, esto sea una democracia. No es mal arranque de campaña.

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