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Daniel Blanco

Piqué y una despedida distinta

El jugador se marcha. Quiere que se note que su salida es mala, por eso no quiere aspavientos. No está su relación con el club para festejos gigantes.

El jugador se marcha. Quiere que se note que su salida es mala, por eso no quiere aspavientos. No está su relación con el club para festejos gigantes.
EFE

Le gustó ser protagonista hasta el final. A Gerard Piqué le provocaba placer meterse en charcos, hablar cuando no lo tenía que hacer, dar explicaciones cuando, quizá, no era necesario. Sin embargo, en su despedida, en la hora más complicada para un deportista, optó por las redes sociales, no por la rueda de prensa. Creyó que era mejor escabullirse en el jaleo de Twitter evitando a los periodistas en una rueda de prensa. Para marcharse optó por ser cauto, sigiloso, no por el ruido que le había caracterizado toda su vida.

Piqué anunció en un video serio, nostálgico, que se marchaba, que este sábado ante el Almería jugará su último partido. Será ante su público pero no en el último partido de la temporada, sino en mitad de la selva, cuando casi nadie se dará cuenta. Piqué quiere que se note que su salida es mala, por eso no quiere aspavientos y, por él, prohibiría a la gente aplaudirle, llorarle. No está su relación con casi nadie del club para festejos gigantes.

Sabe Gerard que se ha acabado su ciclo y que se ha acabado mal. Se ha terminado con su relación rota con el presidente que fue su valedor en el momento de volver. Siente Piqué que Laporta le ha traicionado, filtrando cosas que al jugador le han molestado, fichando con la connivencia del entrenador más centrales que le iban a cortar el paso. Era ya evidente que su fútbol caía en declive pero a lo mejor la directiva ha pisado el acelerador. Así lo piensa Piqué.

Y la relación con Xavi, su amigo, su hermano, se ha deteriorado. No es fácil el papel de ninguno de los dos. Ni el del jugador en activo, que ve que su técnico es un tipo que compartió tantas cosas buenas con él y que ahora es su jefe, ni el del entrenador teniendo que asumir que es el que tiene que confirmar la salida de su amigo, la cuenta atrás en su carrera. Xavi tuvo que decirle a Piqué este verano que no contaba con él. Y eso, en cualquier profesión es difícil. Es como el amigo que le dice a otro que ahora ya no son tan amigos y que la relación pasa por ser jefe y empleado. No se lo imaginen porque es complejo.

Rodeado siempre por la polémica, por ser protagonista con frases, afortunadas algunas, desafortunadas otras. Por optar con cortar la relación con la selección española cuando votar en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 le provocó ser silbado en cada uno de los encuentros con el combinado nacional. Ahí notó Piqué que algo se rompía con el fútbol. Primero en la selección, que abandonó después del mundial de Rusia, luego con el Barça donde no perdió protagonismo pero sí algo de profesionalidad. Ya no estaba al cien por cien en el deporte. Su vida como empresario empezaba a tener más peso. Un peso ganado con esfuerzo, con inteligencia. Un tipo muy válido para los negocios, para ser un empresario de fama.

A partir de una lesión en el Metropolitano, en noviembre de 2020, la vida le dio un aviso casi definitivo. Cuando en abril volvió a los terrenos de juego ya no era el mismo. Recuperó algo de su nivel la temporada pasada pero el Piqué imperial ya no lo volvimos a ver. Ese jugador definitivo, rápido, contundente. El central por excelencia. El defensa que supo jugar al límite con aquel Barcelona de Guardiola jugando a campo abierto, totalmente expuesto. En esas circunstancias, tan complicadas para un defensa, se encontraba Piqué como pez en el agua. Eso fue lo que hizo que fuera un defensa fuera de lo normal.

Volverá, como dice en el vídeo, para poder ser presidente, su ansia siempre. Su sueño reafirmado en alguna entrevista. Ahora que Laporta es un enemigo, lo intentará con todas sus fuerzas. Le votarán, créanme. Y, si lo es, no será un presidente cualquiera. Es Gerard Piqué y eso no es ninguna broma.

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